20 sept 2013

Alucinaciones y sueños coníferos en Cuernavaca - Lados B



Mi texto no es mi voz ni mi grito.
Mi voz y mi grito también están en mi texto.
Mi texto, parte de mi voz y de mi grito.
-
Ya nos dará la luz,
mañana, como siempre,
algo que copiar, exacto,
en el espejo.
-
Esta ficción de luz que
da forma y enceguese
alumbra muy bien mis palabritas.


A manera de prólogo:



El lago imprescindible en el centro de Cuernavaca
No tengo el color inimaginable para escribirte. Si no me oyes tocar la guitarra como maldito loco negro de los 60’s o como rubio australiano del Siglo XXI, si no me miras tras un sax francés con rizos grasosos, si no me escuchas al amanecer en Ámsterdam borracho y con los gatos tras de mí es porque no tengo nada que darle al mundo después de mi terror. Si escribo, es para que la ausencia y otros plagios milenarios no nos degüellen dormidos. No tengo principios para el mundo así que escribo para ti. Separados milimétricamente, el mundo no será más que imaginado amigo compartiendo el ansia y esta confusión de andar en lo cotidiano bailando funk. Para cuidarme del mundo, y para no herirte, voy a escribirte a nado bajo el agua con la forma de los cuerpos relamidos. Vomito el alma para ver el camino y sólo queda la caída de la luna, el aljibe seco que nutre la casa, la manzana verde matutina y el valle marrón con los pinos rojos por culpa de la lluvia ácida, todo lo demás, lo que no imaginamos, ya está muerto. Los invoco, cuerpos olvidados y presencias que abandoné. ¿A dónde va el agua, Sombra de agua? ¿Conoces a los bailarines azules, Sombra de agua? No hay camino, el agua es dañina, nunca hallarás mi cuerpo de cristal ni mi sombra. Éstos no son demonios: Cerebro Irreal, debí haber nacido en otro infierno no llamado tierra. Ante este árbol de cenizas, destrózate el cráneo con algo más poderoso que un calibre 38 pero que no mata. Ata una llamarada huichol al suelo. Piedra extendiéndote en el subterráneo, yo te conjuro de silencio inimaginable. Me quedo callado por respeto a los dioses del agua. A ver si entre la furia el miembro conoce su cenit en medio de una de estas palabras. Me quedo callado para no extrañarte. Voy a escribirte para no acuchillarme. Arrojo la piedra: las palabras salen volando, se derriten, caen sobre el lago y nada. ¡Aleluya la noche!




Las primeras 3 psiquedelias

Por qué, por qué, por qué o cómo ceden las ciudades

No tengo una amenaza dentro. Hay otro terrorismo naciendo por abajo de lo que puedo entender; razón idiota del acelere de la droga, efímera destrucción de mi cabeza que no hilvana polvo sobre el aire. Uno mira y el mundo corre como el atraco a una gran tienda. Todo por tabaco y novias de marca. Inundas con bombas los tristes parques, incendias la banca de los ancianos, conservas la fotografía de los hongos oscuros sobre el concreto que en la tarde fueron un árbol. Andando a gatas, en la tristeza del movimiento, encuentras placeres oníricos en la almohada sin dormir. Cuerpo dolido por otro cuerpo, centra tu mirada rota en el espejo. Mira a través del cristal roto cómo se refleja la tristeza del sol engullendo las avenidas, y en silencio entrega tu pupila dilatada en la cama de este cuarto de motel.

Se acabó la dietilamida o no fue la poesía ácida
(un epílogo, la brújula, o un homenaje a los perros del cantón)
 
Potros, cientos de potros de colores salen de una Macintosh en movimiento.
Potros en el aire que son el eco visual de Tame Impala
Potros urgidos de jeringas y presencias demoniacas
Potros estrábicos mirando el camino de las hormigas
Potros allá huasqueados tras el punto rojo en medio de la noche
Potros viajeros de las páginas de coca y colas
Potros de ensueño que cabalgan hacia tardes opiáceas
Potros acelerados por la blanca
                                                  nervadura de otros ojos
Potros a la espera de los hongos en el llano
Potros con la cabeza dislocada
Acibérrimos potros engullendo Jícuri
Potros-dioses inhalando las industrias
Potros vagabundos prendiéndose en el viejo salón de blues de mi amigo Jack con una canción que huele a hierba. 

Cian
Roja como un crucifijo suspendido en el aire,
Como un árbol místico que sorbe la tierra
Y derrite los espejos de los desiertos rojos
Como las llamas y la espera.
Rojo tridimensional como las manzanas cuando evocan
La infancia y un conjunto de chillidos
Que se extiende en una nube de puntos rojos
Sobre mi espalda, que acelera los recuerdos
En grietas recocidas por el tiempo y el mezcal.
Temporales de lluvia maldita color roja
Y planicies infinitas de Marte
Deshojadas sobre el sistema solar.
Bailo un tango rojo con el diablo,
Cenizas molotov hilan mi camino sobre un manto
De pieles, cazadores y armas.
Una a una la boca devora a la boca
Y en un charco rojo se penetran y se desploman.


4a alucinación
Evocación de los cuerpos como pretexto para escribir incoherencias 
(o la desmitificación del fetiche escriturario)

Si no abre las piernas no tiene caso la escritura.
Ya sé lo que me han dicho en Filosofía y Letras de la poesía.
Mi padre también toma veneno y cobra porque lo vean.
No somos tontos, sólo tenemos la mano cercenada y en el meñique un anillo
Y en el anillo una piedra y en la piedra un aire conservado por siglos,
Fofo, hueco, chafa, para trazar versos a cuerda suelta
Y hacer magia en plataformas debajo del mar.
Así que ya sé lo que significa que no soy un ingeniero
Del Nexus Dickeano, ¡Oh Dick!
Pero estoy aquí para otra cosa.
Escribo para encontrar ese espacio donde la lengua roza la carne,
Para inmolarnos y que el suicidio no sea un capricho juvenil,
O las visiones terroríficas de la locura,
Mejor las noches más largas del mundo amarradas a un cuerpo.
Mi poética existe si ella abre las piernas.


3er grupo de alucinaciones
(Una sesión de disparates)
 
El paso de los días
 
I
En teoría, estamos cansados hasta el gorgojo.
Toda entrega es una derrota.
Cuerpo blando, has perdido.
Ruuuuuuuu, suenan montaña abajo los camiones.
III
Sobre hojarasca, a orillas del camino, acostados boca abajo,
Sorviendo a Pachamama, invocando a Xipe Tótec,
Tus nalgas al aire desnudo y yo te conjuro
Con la voz de la quimera, los R15, y el cetro de Júpiter.

V
Y ahora hay otra cosa
La siembra de la misma semilla para cosechar
Otro boleto a ver qué dios dice, como mentaba la abuela,
Y esperar un azar embrutecido por la vida moderna, que nos señale la luz.
Danzando a contraluz y con una cajetilla en la mano,
Los hombres de la tierra siempre con otra cosa:
Coraje, furia, tactos sobre pupilas que revientan.
Ruuuuuuuuuuuuu, suenan barranca abajo los camiones.

VII
Por un lado, tu piel morena, tu piel de Neza, tu piel poblana, tu piel tlahuica,
Descorazonarte y llenarte de vacíos más imposibles de llenar;
Por el otro, los cuerpos de mis amigos destazados,
Catatónicos encerrados en clínicas,
Vomitando en los juzgados,
Paranoicos sin mirada,
Tristeza de los amores rotos a la patria, y a otras excrecencias;
Y entonces, puedo evocar tu piel felina de Neza,
Tu divina piel tlahuica, tu piel poblana,
Y el rechinar lento de un chorro de agua
Mientras tu pubis nada lento en mi pupila.
Temporal

Tengo una nostalgia breve como un flash que me agoniza este medio día
Quiero un texto triste pero no tengo violencias dentro ni la guerra nuclear contra EU
Pero sí tengo el mismo miedo que a los cinco años de ver aparecer, de pronto, de la tierra,
Un árbol enorme de cartas con sus nudos superpuestos y esos pasadizos
Que dicen que tienen por debajo los árboles de cartas,
A través de los cuales puedes volverte un silencio navegante,
Que se detiene donde desea,
Y después, con cáscara de metro, y unas palabras al día
Crecer y ser el miedo nuevo de alguien
Que mira huir el tren, y tiene miedo, y siente una nostalgia breve.

Continuidad de la lluvia

Seremos astillas cayéndonos en el pecho.
Caeremos con desventaja siempre
Y siempre será demasiado tarde para volver.
Dislocados de la médula y de los ojos,
Vislumbraremos montañas tras niebla, bosques tras edificios y nubes más allá del smog,
Tediosos abismos que silenciarán todo
Para que no nos cansemos de venir conociendo el mundo
Desde hace veintitrés años sólo con esta vista miope,
Dos metros alrededor y el horionte de una ficción de luz
Que inventa los huecos de las calles donde anduvimos.
¿Sobre qué caeremos si ya estamos viejos?
La barca del asesino cruza el charco hasta mí
La niebla no me deja ver
Su voz llena el espacio en off
Y ya es hora, te digo, pero volteo
Y no eras nadie y me río
El fantasma huye y yo me aferro a mi botella de anís
Cuando el sol me alumbra recostado
Sobre esta barquita de madera. 

Cometa Soda Stereo visto una noche desde Cuernavaca tomados de la mano

Inventé una historia como si mezclara agua y cemento,
Como si fundara un pueblo o una civilización.
Estábamos en alguna parte del mundo,
Tú, yo y muchos otros
Escuchando por primera vez a Soda Stereo,
O quizá no porque quizá Soda Stereo es un silencio
Y no podemos evocarlo de otra forma, pues eso convertiría este texto en una nostalgia;
O quizá no era la primera vez y este texto sería la revelación de una mentira,
El juego de la tómbola;
Al azar, un cisne y la posibilidad de ser un punto en el punto de sus plumas.
Un círculo
                 como
                          un desierto de blanco.
Subimos los decibeles, vislumbramos el aleph y quedamos ciegos.
Ahora me queda un fragmento del lugar entre la mano,
Ese voseo, el perfume de una mina y la estela de un cometa
Donde Soda Stereo brota, como un recuerdo, de la radio.


Lo radical por aquí
(polvo ajeno) 

Un astrolabio 

Nosotros no tuvimos principio. Aparecimos sin hilo ni universo. No nos dieron uniforme. Algo nos pusieron en frente y lo llamamos luz. Vimos cosas fuera del tiempo como colibríes susurrados que nos clausuraron el sexo.

Llegamos como una pedrada sin rumbo. Teníamos la boca llena de lombrices. Adeptos fieles a la enajenación y a la Coca que vieron pasar su vida toda antes de morirse.

En nuestro mundo no escasearon monstruos y dioses de doble coraza. Como en las noches de blues en la Ciudad de México, me daba nostalgia que no faltara nada.

No te asustes por mi sonrisa idiota. Mira cómo emigra esa parvada de cuervos: aquí pasa de nuevo, por delante, mi vida toda:

Kind of you

Yo quiero levantar tu cadáver.
No eres número, compañero, pequeño dios,
Hermano devuelto por un click;
Sin necedad de sueños,
Quiero lanzar granadas a tu espíritu,
Vendido como merengue seco,
Floreando en los andenes del metro.


El ángel exterminador

Desde el farol, como una mosca, pupila dilatada,
Retrocedes para buscar mi sangre.
Ácida bebedora, tu deseo es fluorescente.
Te ofrezco mi linfa de aguamiel,
Mi éxtasis reseco para que no falte la serotonina;
Pero tus alas se incendian con el farol,
Que estalla cuando roza su luz con tus pupilas.

Cuerva

Desciende un pájaro solemne hasta mis párpados.
Mar de pupilas centrífugas.
Sombra de los mil ojos negros que naufraga río abajo
Y se atora un instante en la cascada
Como mar petrificado a medio grito;
Breve luz estática sobre papel amate
Que se desploma en mil cadáveres de cristal.

:Contra-luz

He tallado un sistema solar sobre tu espalda. Busqué tus párpados en la tierra y sólo había escupitajos venidos del cielo. Mis alas desaparecieron. Nos estampamos con la precisión de un meteoro y nuestras miradas pronto serán sedimento de espuma sobre las piedras. Busqué tus ojos entre un camino de hormigas. El agua de ese lugar era salada. Mis brazos se adormecieron y seguíamos bajando. Entonces abandoné flores, enredaderas y árboles que dejaban caer sus hojas reumáticas en nuestra piel moderna. Busqué tus pupilas entre las ventanas y había astillas de obsidiana sobre pechos sangrientos. En el encierro de las manos florecieron retoños de cristal. Cuando estuvimos juntos, no teníamos boca para decir. Es que nosotros no tuvimos principio, aparecimos sin hilo ni universo.


Del amor en estos lares
 
Apuntes para un melodrama posmo en Cuernavaca en mil cantos

43: imphancius

Éramos niños y mirábamos todas las tardes el cielo nublarse.
Nos acostumbramos a los pasadizos secretos que la oscuridad descubría 
Como ciempiés en las bardas o ranas en los charcos.
Ésa era nuestra ciudad de bicicletas enlodadas, botas de goma y moho bajo la cama.
Nunca olvidaré la cocina aquella tarde sin lluvia;
Cuando entró el sol y compartimos con miedo nuestra primera ráfaga de tristeza.

175: cuarto acto: ugly americans

Era un cine.
Tenía una pantalla pentadimensional.
Alucinábamos las emociones que causaba la película.
Aquello era el olor en hight definition.
Y como primer cuadro, entró el animal jadeante,
Cerró la puerta mientras sonaban los aplausos pregrabados,
Se acercó a la chica y le susurró al oído que lamentaba ser un monstruo
Y que ella fuera/ simplemente/ una humana.

419: close-up

Tus brazos y tu vientre navegaban bajo mi lengua de agua
Entre ladrillos y trozos de concreto.
Pero afuera la gente se seguía matando,
Mientras la ciudad de moho dormía,
Y piedras grises, como estalactitas, nos caían en el pecho.

667: breve estancia en el paraíso

La estación, siete de la noche.
Un hombre pide un cigarro.
Suenan pocos ruidos mientras reconozco olores.
                                                         [entra la policía]
                                                     (Orquesta de insectos)
Tenemos el silencio de nuestro lado,
El campo de futbol vacío
Y el humo susurrante bajo una noche
Que se tiende sobre el cielo como jugo de arándanos.
                                                           [sale la policía]
Hago el intercambio, guardo el paquete, sigo con la mirada el humo.
La estación, siete dos de la noche.
Un hombre fuma un cigarro.

993: último: fuga e coto

Llegamos al lugar entusiasmados.
Descendimos sin prisa por la conmoción
Pero rápidamente nos adaptamos
A las estalactitas venenosas y a los Macara.
Aquel planeta parecía la novedad
Hasta que nos llenamos de tedio.
Un día candente, después del almuerzo,
Huimos a una de las terminales clandestinas,
Tomamos un andén desconocido sobre el bicéfalo y enfilamos túnel adentro.

999: bitácora e recuento

Por ahora,
Creo que siempre estaremos huyendo.

Paranoia de máquina de escribir con instrumento de cuerda
(une tu voz a mi voz)


…para gritar que triunfamos...
I
Todas las noches pasaron como potros con sed que olvidaron el placer de beber ron. Al menos, déjame tronar los dedos y abrir puertas, defenderte con estacas de plata y cruces afiladas, déjame cargarte al hombro y atravesar fronteras de frío, balas y risa, para gritar que cruzamos una primera brasa en un incendio de mentiras. Déjame desgastar tus pieles durante días. Para el mundo de nostalgias: ninguna decepción. El agua ya no nos quita la sed, ni escribimos gigantes de barro cocido, pero yo seré, a oscuras, tu monstruo favorito. Hablaré sin boca contigo. Siguen sonando las ambulancias. A la espera -¿no veías caricaturas?-, dardos de jengibre que en la taza de café se disuelven, pero mi ron está seco, y el agua no sirve, y yo tengo sed.

II
Risoterapia y temor de quedarse solo y temor de una irascible lucidez donde mi mente lo sabe todo y coincide con la eyaculación más placentera, con el humo más dulce y con tus ojos de grafito extraviados en un portafolios. En una boca de antónimos los odios reverberan de grandeza y nosotros les bailamos, atizamos una fogata inmensa y miramos nuestras sombras que parecen galopar entre cuerpos sólidos hacia la luna. Brincas sobre nylon y teclas de una máquina de escribir con instrumento de cuerda. Hallar en la sombra tus ojos será la noticia de que el miedo era una buena oferta. Tensa las cuerdas, no me asustes, sólo dime que es hora de parar.

III
Argumento una espera, una paranoia, la muerte de un gigante de gas o de barro en un reflejo de agua. Delgadas cuerdas nos desgarran el alma, chillidos de arcos arrancan las crines de caballos aceleradísimos. Argumento supernovas del otro lado del espejo para sobrevivir al canto de las sirenas. Y en esta ciudad se desbarata una estatua de grafito y deja un vacío que se expande en el centro del abismo como un racimo de violetas.


Reflexión última del silencio en nuestras manos

Retirada de una chica a las 5 de la tarde en Cuernavaca seguida por una ambigüedad en los libros de cardiología y los reflejos. 

I
A los veintitrés años lo hemos perdido todo
Atravesados por los translúcidos reflejos
De un cristal de librería,
Donde miras con tu cara de niña precoz
Los libros de cardiología barata.

II
El silencio se fue inmediatamente,
Y cuando se fue supimos que había existido un hueco
Al que había que gritar y golpear
Para vaciarlo más porque el silencio de alguna forma
Es insoportable en nuestras manos.

III
Ésta carta es un ultimátum de flojera
De sol sobre un cristal en Cuernavaca.
Mi corazón es sólo un dibujo y una exposición tridimensional computarizada
De un músculo rojo y asqueroso palpitando como imbécil
En las grabaciones de la alta cirugía contemporánea,
Y estoy para darme por entendido en el tema,
Acumulando los libros más precisos sobre el caso
En esta librería de cristal donde mi reflejo ya no te alcanza,
Pero yo, que conste, en el pecho no tengo nada. 

Tenue

Sabré que entonces mi labor era un fracaso
Y le agradeceré a los dioses negados
Por tanta sabia erudición a putazo firme
Les diré que los viejos de los pueblos han hecho bien su trabajo
Y le pasaré la cuenta al mundo entero:
Aquí estamos, mi Coronel Urtecho, hemos vuelto a la batalla: poesía todo
Los mangos y las ciruelas se caen en Santa Catarina de tan maduros.
Padre santo del maíz, negro como zapote,
Huitlacoche que rondas las guayabas en los suelos, despierta:
Hay harto níspero en el monte;
Las manzanas alumbran verde San Juan Tlacotenco.
Córtate las anonas en Ocotitlán y vámonos pa’ Tlalnepantla.
Vámonos por los duraznos y cantemos: ¡vámonos pa’ la revolución!
No hay peor inutilidad que la que no se hace;
En otras palabras:
                            el silencio es insoportable en estas manos.
-

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