20 sept 2013

Eso que revienta

A mi viejo y mis viejas:
Juan, Andrea, Ara, Norma, Ane, Viole y Favi

A la banda guayaba

A la pandilla de Hispánicas por esas noches en C.U.

A Tajo

A Real de Catorce (un homenaje)

A Móni

A manera de prólogo:

Conocí a J. Andrés Herrera en uno de esos blogs chingones donde suben libros gratis, en PDF, que no editan (ni editarán) en mi país. En “Mis libros son rock”, mis ganas de conocer a los escritores de “La Onda”, a un tal Parménides García Saldaña y a un tal José Agustín –unos Beat mexicanos– se calmaron, al menos por un tiempo, y otros nombres, como Kiko Amat y César Aira, impusieron nuevas lecturas.

Pinchando alocadamente di con un comentario desmesurado: era Andrés desenvainando su erudición sobre la Onda. Agregué su e-mail. Aceptó y pronto nos manyamos. Era un “chamaco de esos poetas”, de esos “carnales locos por la literatura”. Perdido, desorientado. Chateábamos sobre poesía, mujeres, amigos, películas, drogas, la Vida con y sin mayúsculas, etc, etc, etc. Él se jactaba de tener libros escaneados de la gente de la Onda. Ese, quizás, fue el primer gancho para que todo se derramara. Y, lo puedo asegurar, se derramó.

Más tarde, me recomendó leer a Jaime Sabines, Rubén Bonifaz...; yo lo convencí para que buscara a Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, César Calvo. Ya en los tiempos del Facebook le conté sobre la marejada, aquella olita que parecía tsunami, en Lima/Perú (ciudad del Smog), de Tajo.

Los Tajo.

Los planes y proyectos de un puñado de entusiastas por la literatura. Éramos agiles, tontos, cursis; peleando, gruñendo, eructando la academia. Como música de fondo, suban el volumen a cualquier canción de los Ramones o de Rockdrigo y dejen que suene.

Pero ésa es otra historia.

En fin, eso que buscábamos, o, para ser “fidedignos”, lo que pensábamos que buscábamos, fue lo que sedujo (con muchos peros encimas) al mexicano. Era inevitable no sentir las conexiones de pasado, los guiños, los parecidos entre los Infras y los Hora Zero en el aire.

Eso no ha sido todo, claro, pero es algo. Faltan algunas broncas y mentadas de madre online, algunas confesiones, algunas cartas suicidas y críticas personales y muchas “de poca madre” y “chévere causa”; y algunos vídeos de Andrés leyendo unos poemas vertiginosos a los que de vez en cuando regreso. Me ayudan a saber que no ando ni solo ni loco. Da igual. Es curiosa y rara la distancia. Escribirla/confesarla aquí es doblemente raro.

Volvamos.

Eso que revienta es su primer libro. Decir primer y libro suena exagerado, demasiado tonto. Esto es algo más y algo menos. Es, en todo caso, aunque suene cliché, un golpe, una mentada de madre con amor; un modo de afirmarse dentro de un mundo vacío, sin formas, sin leyes, sin palabras en mayúsculas, sin centro. Este mundo pinche y cabrón que padecemos. Una rolita punk, jazz, tecnocumbiambera, una rolita híbrida para tapar el agujero negro. Y son versos embadurnados con una potencia de mil kilómetros, como si los escribiera luego de beber algunas latas de Red Bull. Por ahí corren las lecturas surrealistas, algún@s amig@s y amores, pero el río es de una claridad rara, distinta; de lluvia con barro, de espejo roto. Su ritmo, eso sí, no es oscuro, al contrario, suena, estridente, duro, punkero. Es musical.

Estructuralmente se divide en tres caras: CIUDAD, BESOS DE GINEBRA y ESO QUE REVIENTA. Esto cualquiera lo puede saber, pero lo repito: en la primera encontramos al poeta frente a la realidad, frente a su vorágine y la afirmación de la poesía como camino; la segunda es sexualidad; desglosa erotismo (recomiendo leerlo con una mano debajo del pantalón); la tercera es el acabose (los de corazón endeble, abstenerse: leerlo bajo efectos depresivos y verás lo que te pasa).

Esto del lado objetivo, pero del subjetivo (que es el que más importa, al menos aquí) podemos agregar algunas palabras fragmentadas, que se aproximan o alejan, chocan, sacan chispa y nos centran entre sus páginas: loco, visceral, sensual, bizarro.

Claro, sólo meras convenciones. Palabras, nada más. Parte de un Lenguaje inútil que no puede abrazar explosión, el caos, la saliva, ese magma que salpican estos poemas.

Son para leerse en los vaivenes del bus, en las calles de Lima o del DF o de Montreal; en las calles del Agustino o de Cuernavaca; en hoteles al paso; son para dedicar y gritar; para que la vieja nos mire mal, para que nos vuelvan a decir que esto no sirve para nada, que somos locos, y vagos, idiotas, pero se joden, porque sirve; son para acompañarnos, para ensuciarlos, tirarlos, rebobinarlos. Y para que un pinche academicista –aunque tampoco sea su objetivo– se acomode la corbata gruñendo como marrano y le diga al oído de su compinche ay, creo que mejor nos vamos.

Son para extrañar; son raros. Te entrego el universo vacío, llénalo con tu risa.

Y así caen estos versos dentro de un espacio/tiempo vacuo; como un pinchazo de aire; como un hombre/verso explotando; como un jazz/canción/gota ácida. Eso que revienta bien puede sonar en la radio para que la gente lo baile, lo menee, bien suave, bien duro, bien rico. Así.
Suban el volumen. La fiesta ya empezó y estas invitado.

 Julio Barco 
(Marzo del 2013 - Lima, Perú)




CIUDAD

I
Y aunque tardes lo que el agua al desierto
convénceme de ser
acumulada violencia
en silencio.

Ciudad

a Aline,”Su”
I
En esta ciudad no cabe un ruido
ni la boca de las muchachitas muertas, 
que fueron amantes, juegos, poemas.
En esta tierra no se aceptan gotas de cometa.

No cabe una alfombra mágica
que mueva todo al otro lado de la tierra.

En este lugar no se llenan los pulmones.
No se puede hacer fuego.
Esta ciudad se quedó sin oxígeno.

II
Quemamos todo:
La luz y los cables.
Aprendimos la alquimia.
y devastamos todo,
todo,
todo.

No dejamos recuerdos
ni trampas,
ni vuelos.

Desaprendimos el camino
y quemamos la posibilidad de iniciar un fuego finalizador.

III
Así se desenmascara este lugar:
una nube se revienta
y ataca punzante de recuerdos.

Se aprisiona fácilmente lo que la construye:
escribes URBE y después lo borras con el dorso de los ojos.

Aquí no cabe
ni el polvo.

Esta Ciudad se derrumba en el silencio de los dioses.
Es el flujo de archivos en una computadora:
un supr, un delete, una formateada y le dices adiós.


Tarde 2012
 a Jero, a Yeni y a Dircio

Y así un día
te viene la ocurrencia
de querer ser poeta.

Se te enredan las emociones
y ni el Radio es tan inestable.

Te sumerges en mares, bosques, calles.
Amaneces con la paranoia atravesada.

Sabemos que nos hemos frito el cerebro,
que conocimos terrores con LSD y amanecimos
con la órbita deshecha.

La tensión está presente:
“¡Vota!, ¡Vota!, ¡Vota!”

Sientes
la ansiedad comiéndote.
Te escondes en cerros, redes, nudos.
Lloras
Asesinaron a Álvaro y al Bola.
     No pasa nada.
           No importa nada.
Los hechos están vacíos;
pero todo fue inútil.
Tanta hambre de justicia tan virtual.

Cualquier otra mañana
el tedio del opio te despierta
entre rumor de viejos cuerpos.

La carrera, un oficio, formas, textos,
  letras,
             letras,
                        letras.
Ya no es rojo el cielo.
Sublimas la terrible ocurrencia de vivir en el verbo.
Nombras al mundo para materializarlo.
Sigues con el hocico suelto
pero cuando naciste ya lo tenías reventado.
Caminas con la sangre a gotas.
Lodo, golpes, besos.

No sabías que la poesía sería veneno;
y aunque estés medio muerto,
y aunque nadie te lo diga
sales a la calle, tienes 22 años,
estás solo, y eres poeta.


Boceto


al ritmo de Fatih Akín

De entonces ya no teníamos la piel en la boca.
Estábamos resecos. Nos dio asco estar vivos.
Quisimos comenzar a morirnos, poco a poco, despacito para sentir;
a ver si alguien nos encontraba una noche y nos rompía la madre.
Andábamos todos los días pálidos.
Eran buenos tiempos.
Las montañas seguían húmedas y de Junio a Agosto hubo hongos de
colores, formas y tamaños distintos.
Tepoztlán era tu cuerpo.
Las montañas se veían de fondo y de repente estábamos incrustados en la ciudad de nuevo,
montados en algún vehículo a ciento cincuenta.
Habían atropellado a un hombre y estaba el desmadre.
Tú tenías la cara llena de lágrimas, pero no había ningún líquido escurriendo,
sólo esa profundidad de haber conocido la tristeza.
Esa certeza de estar muerta.
Y éramos como dos planetas en silencio
        . . .
             . . .
Y éramos un espejo de sol y agua
Porque estábamos muertos
         . . .
  . . .
Porque estábamos muertos
nos sentábamos frente a frente con historias.
Luego nos veíamos; el clima y los dramas nos hacían reír.
Dos senos, nada más; cabello largo y lacio.
Acabábamos desnudos y llorando;
con poesía en el cuarto, alterados y llorando.
Olíamos a bosque.
Entonces sentíamos que no estábamos tan locos ni tan solos.


a Migue, Jordan, Ángel, Jesús, Uri, Pablo, Abo y Michael

VOLVIMOS DE LUGARES INCREÍBLES
derramados en palabras, frases, versos,
sobrecargados de tiempo verde, entre niebla.
Vinimos del éter, de la última calle empedrada;
húmedos de musgo, la espalda copulando con una lata de aluminio;
con asco y culpa, y un vómito brotando de la lengua.
Bañados en luz por los árboles y la hojarasca,
pero también llenos de angustia,
de desesperación,
de ira;
con la severa aprehensión en el cuello:
                                                      ¡nos estamos transformando en locos!,
con el filo de la navaja en la vena, el sabor acre de los labios.
Lista la mano para reventarnos la cabeza, la órbita del ojo.
Regresamos con el alma destrozada,
con miedo a verles la cara a los demás.
Nos miramos de perfil: sonrisa estúpida, tez pálida, dedos resecos.
Nos vemos las caras y nos asustamos. Enfermos.
                       El cuerpo sucumbe
Hemos vuelto.


Rematriación 

a Marisol Jiménez
I
Veníamos de lejos.
Teníamos los cartuchos entre los pies.
Arrancábamos a todo lo que da y siempre veníamos de lejos,
de más y más lejos, aunque no nos moviéramos.
Pudimos haber hecho la revolución, pero no podíamos detenernos.

Y nos caímos un día

Un día nos caímos porque el miedo nos invadió.
Compramos en tiendas y andábamos a gusto.
Siempre creímos que éramos el barrio pesado.
Andábamos lejos.

II
Veníamos del paraíso con los ojos trabados;
no ciegos, no comidos, no empapados,
sólo trabados de tanta belleza.
Bailábamos a los dioses del agua
y Zapata era un héroe.

Ahora el cuerpo nos sirve para montarle el caballo,
para que al jalar la palanca la mierda se vaya a trote lento.
Teníamos caballos antes,
veníamos de lejos, de muy lejos.

III
¡El metro de la ciudad!
Vamos al metro de la ciudad.
Robamos carteras y repegamos el cuerpo.

Si te apendejas, hasta te nos mueres ahí.

Vamos corriendo al fondo de la ciudad,
a ver si es cierto que los intraterrestres vienen de lejos.
Huyamos a las cloacas.
Estoy harto de sentirme tarado, todo quieto.

Pondremos manifiestos:
“Asesino para sentir. Estoy vivo.
Lo demás se los quito porque es bien fácil”

Vamos al metro de la ciudad.
Pero ya no lloren, ya no chillen, agárrense fuerte.
Ya no andamos tristes; no se apendeje, señor.
Nos vamos por donde vinimos.
Nos vamos lejos, muy lejos, muy muy lejos de la ciudad.



BESOS DE GIN

II
El número áureo,
la perfección,
el infinito,
dios.
¿Qué más pruebas se necesitan de la existencia de la poesía?

Azul

"Azul, azul, una música lenta y azul...
un rasguño en la media…"

Real de Catorce
I
Dios no halló lugar en nuestro reino
Hemos ordenado suicidio a la hermandad

II
Azul
como un libro de Darío
o un pájaro dentro de la cabeza,
Mujer Kamikaze,
ataca y no te quedes en silencio.
Pon tu espalda al fuego,
tu pecho en el cañón
y devasta;
inúndame el cuarto,
que me ahogue hasta el salbutamol,
que te andes despacio
como sin saber qué quieres.
Súbele al radio, deshazme las ideas,
abre la boca y que comience el blues.

III
He descubierto que mueres de sudor en sudor sobre mi estómago. Tengo un ansia todo el tiempo de comerte, de penetrarte, de encontrarme una mordida tuya, por ahí, entre las venas, para ver si la sangre sabe a ginebra, si no te quedas también fermentada, si te destilo o me pudro o me embriago o eyaculo una gota que después, a solas, cuando recuerdes, emane de tu piel. 




Flasheo de mi Morra Fatale

Bajo la lluvia,
la vieja de Lot escurre agrietando la tierra
y la muchacha, nunca una, se recoge el cabello
para decirte: qué flojera quedarse.
Y da la vuelta, y camina
y no se queda quieta ni escurre
(y sólo para ti se hace estatua).

Brillarás estáticamente como una luna
con su paraguas-fetiche de bebedora
bajo un blues y una lluvia de demonios de ácido lisérgico.

Caída en picada como el éxtasis del caballo,
ebria, sorda, volarás sobre mi pecho,
prenderás mi alma y echarás el humo
tras las notas de Janis Joplin allá arriba.

Acá, bajo la tierra, desnudarás para siempre tu cuerpo
y para siempre me dirás no,
súcubo tantas veces invocado y pocas veces comido
no,
      no,
             no,
                    no,
                            no
                                   Y cederás
y otra vez bucearemos el abismo de las noches más largas del mundo
bajo el saxo de Coltrane y la hipnosis del peyote
en un infinito oscuro que llamaremos universo.

Elevarás tu canto,
harás luz, nombrarás música,
dirás humo, besarás la tierra,
volaremos por debajo y lo llamaremos subterráneo.
Entre incendios de nuevo te inventarás un cuerpo
y vas a entregarlo desnudo en el metro
y te darás la vuelta para andar bajo el agua
sin huir, sin regreso, en la construcción de la recta,
de la espera más repetida, sin ser estatua,
dirás qué flojera, y luego lluvia, y luego no, y luego ¡cámara!
 


Las cosas

Las cosas fabulosas están ocurriendo allá afuera.
Nos trenzamos.
Pienso en una boca.
La tormenta nos devora como un sapo inmenso.
Estos huesos derruidos son un recuerdo.
Déjame tocarte el cabello.
Déjame oler este ratito.
Puedo guardarlo todo,
                 o tirarlo todo,
                     u olvidarlo todo
otra vez.

Que no quede esta cara de ventana rota.

Sobre un jugo celeste
                                veo una boca.

Tornados convergen en tu vagina lunar.

Como electroshockes
tus piernas
confunden mi sexo.

La noche croa.
Un satélite estalla en su órbita.
Planetas en combustión/ el núcleo de la tierra implota/ algo se derrite.

Nos miramos serios.
Escuchamos:
Todo cruje en silencio.

Parece que las cosas fabulosas ocurren allá afuera.



Espejos

I
Puede pararse en frente
y hacer que el polvo se levante.
Ella es como el bosque: es verde.
Cuando paso la mente por su cuerpo, el tiempo transcurre de otra forma.

Puede sacudirse el cabello para alterar la existencia.
Ella sabe oler: es como tierra fresca.

II
Puedo mirarte los ojos como sueño inagotable.
Mirarte es quedarse en los tiempos que no vuelven.
Lo que miras es una sola vez.
Tus ojos son portales.
Puedo mirarte y la vida pasa.
Me asusto cuando tu pupila se desliza para un lado.
Así que callo,
                   mejor,
                             y me dejo inventar para siempre.

III
Si decimos agua, hueles.
Puede decirse papel, clavo, hacha, y será como nombrarte.

Si decimos con, quemas;
si decimos aire, quemas;
si decimos dos, quemas;
si decimos poesía, ardes.

IV
De repente
ya no se construye el mundo.
De repente se para y las cosas,
como en una experiencia con salvia,
se quiebran en espejos que se alejan y reducen infinitamente.

Para saber qué somos
buscaremos la parte más sólida del encuentro.

De repente estamos tan cerca
que las cosas se descuartizan en nuestras caras.
Nos desconocemos por lejanos.

Eres otra, soy otro: somos otro.
Lo otro se vuelve inmenso y uno cabe a la perfección.
Consumo tu existencia como una dosis de fructuosa para mi vida.

Quizá
ya no se nos antoja hacer nada juntos.
Entonces nos reflejamos con toda violencia desnuda.
Te pinto en tu cuerpo mi cuerpo,
me arañas tu cuerpo en mi cuerpo.
Los espejos son las pieles.
Lo otro somos.
Tú me sorprendes repujada en el aire.
Nos petrifica reconocernos en aquello.
Nos rompemos.
El reflejo no cambia.

Todo se mira distinto.


Flaca, flaca, flaca

Tú y yo sabemos, flaca, y bien sabemos
que esto no es un poema,
que éste no es un poeta,
que éstas no son mis manos
relatando puro cuento de poema.

Este poema es puro cuento,
se me olvidaba: no es un poema
ni la extensión de un cuerpo del que no es poeta.

Es mi arteria llenando el papel.

Ojalá tuviera la extravagancia para arrancarme la sangre ahora
y llenar un poema de amor donde decirte:
“Ahí te va, cariño mío, flaca diosa, poesía bendita,
ái te va mi sangre: bébela”, pero no.
Mejor te invito un pulque.

Acá no hay un poema, ni una reflexión, ni un vómito de newpoet.
Es un jazz trastornado en ska trastornado en narcocumbia,
aunque no me guste,
aunque al poeta le moleste.

Esto no es un poema, pero se chingan, esto sí es poesía y es de amor
y se le dedica, se le entrega, se le escurre, todo el tiempo, en arterias, en sus vómitos,
en todas sus extravagancias
a la flaca.



ESO QUE REVIENTA

III
Inicias con tus voces.
Una boca se abre y derrama pájaros sobre el suelo.
Es tu mi su cuerpo,
el cuerpo ése que andamos descubriendo,
la llama que no se apagó después de la ceguera...



EN REALIDAD, YO NO QUIERO una voz joven. Soy joven. Mi poesía es más híbrida que todo lo que siento. Nadie se culpe. Eso sí: algo soy de lo esperado. Al final, yo no conozco otra vida que mi vida. Yo no quiero una voz que no sea mi voz. Mi vida es el poema de mi vida. Yo no conozco mundo sin verde, sinÁfrica, sin dos, sin lengua. Yo no conozco vida pasada ni futuro; sin patria ni dinero. Yo no sé que lo otro viva por estar vivo. Porque yo no sé qué es “que viva” lo otro, ¿una posibilidad gramatical?

En realidad, amé el verso ideal. Era romántico. Sentí la fiebre por la revolución. Me hubiera armado con una playera del Che a los diecisiete años. Vi ejemplares de libros como fusiles revolucionarios. Pero aquí hay ruido, semáforos, pantallas líquidas, comunicación mundial interespacial, robos, religiones, costos, niveles, razas, cárceles, sexualidades. Aquí norma y ruptura. Uno segmentado en partes. No somos colectivos ni enajenados. Estamos rotos.

Yo no quiero un pedazo de mi voz.
  
Saturación del blanco (y otros errores de saturación)


I
Éstos serán unos trazos que no narren ni expliquen ni teoricen nada. Solo serán un recuento de palabras, cuya justificación será conglomerarse para llevar a cabo un festival lingüístico y dejar pasar, en la profundidad, una orgía blanca.
II
Será una pena escribir un período histórico, un objeto, una conceptualización del mundo, una movilidad, unas leyes termodinámicas, un sujeto, un perfil emocional, una limitación del espacio, un compendio de todo esto sintetizado en cuerpo e identidad y descuartizarlo, parte por parte, entre sus verdades, sus dioses y su voz, a cachitos, cercenarlo entre comas, o puntos, o espacios de blanco como si su existencia sólo fuera un encadenamiento de palabras.
III
Hacia un abandono del mundo, nombraré, ¡interjectaré!, silbaré, dejaré mi voz. Conoceré la forma de la forma antes de su concreción. Resolveré entre mis dedos un cubo de rubik incoloro. Construiré rascacielos de barritas de madera. Haré una proyección 3D del vacío. Lubricaré el espacio para poder entrar a discreción, resbalando, para conocer el principio del fractal. Mercaré espacios antes de que tengan nombre. Estoy dispuesto a contrabandear entre dimensiones. He comenzado mi principio de acumulación. Hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré y hablaré hasta acabarme los ruidos que nombran y dejar todo, como polvo de Fénix, en una alucinante iniciación de gris y blanco.
IV
Y si al final inevitablemente estás frente a la pantalla y no quieres hacer nada, empieza diciendo esa situación precisa y mejor toma otro papel. Regresa a la pantalla blanca y enciérrate ahí. Vuélvete loco de tan blanco como un cuento de Marco Antonio Campos. Toma tu pescado blanco, tu leche blanca, tu esperma blanco, tu rabia blanca, tu filo blanco y adéntrate. Abre un orificio en el centro -siempre en el centro-. Cae y no te detengas. Vacíate de(l) golpe. Mancha algo sublime de tus rickettsias. No infectarás nada. Sé el terror que exprime un segundo hasta desaparecerlo. Este sitio es irrepetible y se hace único, pero este sitio no es para ti. No te has puesto los guantes para no dejar huella. Desalístate del ejército. Tienes el arma en el bolsillo y cuarenta años adelante. Alístate a otra muerte. Báñate en tu estupidez y presume. El mundo está repleto de sistemas para burlar. Piensa que tienes una bomba en el cráneo, que tienes una bomba en el cráneo, TIENES UNA PUTA BOMBA EN EL CRÁNEO. Esta permanencia tan fugaz me deprime. Con cuánta certeza hemos amado con todo, peleado con todo, trabajado con todo. ¿Cuánto es todo? ¿A qué equivale mi fe toda? ¿A cuánto sale mi poesía toda? La compro para ser nobel, ilustre, culto, soberano emperador del raciocinio. Venga y págueme por hacer unos versos; si no, no esté ladrando. Alístese en la fiesta y comparta su irrepetible existencia. No se desanime. El infierno está acá a la vuelta. ¿Ah, no hablaba del bar? Ah, no, no, nono, no, no.  No conozco ese lugar; siempre creí que era un bar. Suelta tu lengua y pregúntate a golpes en el esófago: ¿y la obra de Dante? Es primavera y es Cuernavaca y estamos de fiesta porque es mi cumpleaños. Éste es el día de los lugares repetidos. La ceguera me amanece. Aquí está el blanco. 5:20 a.m. El aire sofoca. Este calor es insoportable. ¿Cuántas tardes amanecen este día? ¿Por qué esta acumulación de sol para ser sensibles? Despierto con una mentada entre los labios. La muerdo como si el aire pudiera morderse. La muerdo y todo se torna anaranjado. Es demasiado hermoso. Una emoción comienza a acumularse en mi cara hasta doler; entonces, saco de nuevo mi daga y penetro el centro del papel -siempre el centro- y me caigo de(l) golpe y me vacío y me desparramo y me vuelvo loco de tan blanco.


Eso que revienta
a la banda
y a ti
Debería narrar las cosas del alma, pero me dieron la lengua.
Quería liberarme como místico a través del poema,
hacerme un poeta-bomba en medio del zócalo para matar a Lentejo Manda.

No, ya no tengo estas palabras acá.
No me basta reinventar al mundo:
este cuadro hinchado de pintura verde,
alumbrado de tintura de televisión,
de albahaca y nísperos, de pared de ladrillo,
de segmento urbano rumbo a Tepoztlán, ¡no me basta!

Gritaré que tenemos la mala costumbre de ser poetas,
de ser bombas y místicos drogadictos y poetas;
que no me siento mexicano, ni ruso, ni ahuatepeño (a veces guayabo).
Ahí donde el gallo canta y yo no soy indígena, ni güero, ni rojo
me han torturado desde que tengo su idea de infancia acá en el pecho y no estalla.

No importa, damita, caballero, acá le va el cuento:

Yo no soy poeta.
Soy el fuego, eso que revienta: tapu, ma, pam, can, chán,
recio como parvada de guajolotes,
urgente de jazz y mota, escandaloso, oiga nomás.

Yo tengo este fuete amarrado al brazo.
Reviento cráneos, despunto el alba,
tengo un arco devastador, detono rifles, estallo cuerpos.
                                  Las niñas vienen y me piden un helado.

(Esa tarde yo ya no estaba ahí.
Los camiones de Atlixco se metieron al nirvana
y lejos se escuchaba una canción de Real de Catorce

“eras tú o era el sol…”

y el cuarto era una lámpara de gas, lleno de energía fluyendo.

“…o ese rayo que emanó de ti”

Ella ardía como beso de ginebra.
Su pecho era el sonido de una cueva:
                    Mar y silencio
                 ….
   Mar y silencio
….)

Nunca más explotará mi pecho esa imagen de mujer y cuarto.
Soy un hombreverso, poeta-bomba, fundamentalista del verbo;
pero ríase, qué mis cuadernos ni qué ocho fieras tristes.

Yo soy eso con lentitud de cuerpo devastado por muertes y paranoias,
por desvarío de no ser Humano envuelto en llamas,
quemando la receta de la vida exacta y civilizada.

Después del asesinato de los silencios, quedó un lugar con fuego.
Tenía un cuerpo y era niebla de luz, cueva sin colores, casa de ciegos.
Miré dentro y nos quedó un universo carente de sentido.

Mira, mujer, te entrego el universo vacío.
Llénalo de tu risa.
Llénalo de este pecho; tu mi su nuestro amor de todos.
Dile con tu boca “cuerpo” y haz una aurora boreal.
Nombra “canto, ballenas, pasto” y gira, vuela conmigo.

Trae de nuevo incendios Quémame la boca Tómame de la espaldaAarañazos dime que somos lo que somos, esto que sentimos, que nostamos divididos, questamos vacíos Llámame humano, orquídea, cerdo, luz, fuego, verso, rama, poeta y dime que sentimos poesía aunque lo llamemos miedo, dime que poesía es el ansia; dime que subirse al tren y desgajar al mundo, poco a poco para no quebrarse, es poesía.

Llámame despacio Dame verde, jade, piedra, hueso Dame luces, agua, truenos Dame tierra, clávame la obsidiana, embriágame en Sake, destiérrame de Estambul, aviéntame al Mar Rojo, grita mi nombre en Tlayacapan, cállame en Tenochtitlan, sóplame desde Neza o Asunción, en cualquier calle donde extrañar a los patas de Lima.

Hazme sentir que algún día estaremos más cerca
Dime que aquello era una espera,
que así el universo aguarda a que le pongamos nombre

Que nos deseaba el silencio

Y nómbrame
Trata de darle forma a esto
Dame un sentido
Dime
que
sigo
cuerdo
-

Esta obra nunca se imprimió en los talleres de Lúnula Fuentes
con una tipografía Mámer, 200 en un tiraje de 45000 ejemplares.
NINGÚN PINCHE DERECHO RESERVADO
(Los textos son míos [¿míos?]; la poesía, de todos)
MexRanch, 2012

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