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6 oct 2014
18 sept 2014
3 ago 2014
Sobre todos los besos que no le di a Ximena
La carne roja, a goterones de sangre, bajo el pómulo, en las tardes junto al ventanal, su voz espléndida sobre Bajtín, sus carnes ausentes cuando la Teoría literaria le reventaba el cráneo y sus disertaciones contra Pfeiffer. Un poema para una chica de Letras, qué aburrido. Mi ex novia decía que todos los personajes de los escritores daban flojera porque son escritores; cuando le escribía, yo le escribía a una muchacha de Letras. Qué ironía, el amor encapsulado en el eco de Lukács por querer envolverla en otro manto de soledades como si ser teórico fuera ser caníbal, o asesino serial, sin congresos, en solitario, planeando cada quien sus sublimes bajezas. Pero no, Ximena era teórica y bella, y nunca me hubiera pelado. Esto, al menos, es una parte.
***
A veces llegaba al departamento en las tardes con su blusa negra, su larga falda blanca y sus medias. Usaba botas, tenía el cabello corto, sonreía por todo. Figuras de sus manos en al aire y su boca las coloreaba con cantos de Nina Galindo o del “No te embarques” de Juan del Vado. A veces llegaba al departamento con su presencia barroca y me contaba que había perdido la cabeza en el trolebús y cantó llorando y pegó a la gente para que entendiera que la música está afuera. A veces daba miedo y yo la escuchaba emocionadísimo como si Ximena me dijera “muérdeme la nuca”, entonces le agarraba la mano y me volteaba a ver como si dijera “muérdeme las manos”, y yo comenzaba a sobar sus caderas por encima de la blusa y de la falda, entonces me veía como si dijera “mi pubis es una lluvia de arena” y yo me volvía de arena mientras mis dedos se enredaban en su pecho y era como si dijera “mi sexo es un matorral de las afueras”, “mi clítoris es una abeja sobre una nube”, “las uves de mis labios son tostadas voces de sirena” y era como si Ximena me demoliera los ojos, entonces decía que la tarde era preciosa, que aquello era poesía o magia y yo sentía miedo y me quedaba callado tratando de acomodarle la blusa. Entonces era como si enterrara el tacón de su bota en mi lengua.
***
Ximena asomaba a clases en el mismo grupo con gabardina o con su paraguas cerrado. Antes de sentarse, su melena saturaba el aire. Años después, a mí me daba miedo verla entrar sonriendo con su larguísimo pelo negro, su nariz marcada y su cara pálida iluminada por dos soles rojos de comisura a comisura; y su mirada -ni poética, ni ritual, ni lama-, donde no estamos en el salón de Letras embarrados en la pared, la cara embadurnada de amor. A veces quería llorar con su espalda descubierta: el lunar, la media luna, el cuello, y recordaba la marca en la areola del pezón, sus botones reventados por los dientes del adicto que hoy se muerde los labios mientras rasga un maguey como si buscara un nombre y encuentra el aguamiel y pierde la vista. Ximena, cuando no eras un cristal roto, andábamos en los salones de Letras con las taquicardias de la tarde como quien pierde un nombre y encuentra el aro de la aguja. Ximena, paseo glaciar por las venas, tu aire de ausente en clases, de estudiante que no entiende, entrabas despistada, buscabas mi mirada para sonreír y dejar pasar la carrera, los veinte años, tus ojos alucinantes, el sexo alucinante, mi violencia alucinante, con dos soles rojos de comisura a comisura.
***
Así comencé a pintar cuadros cuando estaba Ximena, a desarmar paisajes cuando no estaba. Así me dijo soy antropóloga y yo le dije eres poeta, el poeta eres tú -me contestó- que tienes los ojos hacia adentro. Y me tapé la boca para que no huyeran las libélulas que le había guardado, y al quitarme la mano cayeron miles de patitas verdes y cristales de alas, pero Ximena no supo de mis regalos muertos porque ya se había ido.
***
De la voz en el vacío voló un reflejo y se hizo otra luz cuando Ximena aceptó darme un beso y después quitarme el pantalón, y dijo que no valía si no le daba nalgadas. Me enamoré porque el otoño como drogas trajo paz al otoño, trajo dunas celestes, trajo mares abiertos, trajo gigantes de gas envueltos en un universo para entregárselo a Ximena. Por eso, cuando se fue, el mundo quedó sin nombre y los espejos se rompieron y el otoño como salvia se deshizo en agua salada. Entonces supe que aquello era el silencio, que el nombre de Ximena se me había olvidado y que mi odio era lo único que nunca se me olvidaría porque soy un hombre. Y me sentí tan desunido que decidí nombrar otro mundo pero me dijeron marihuano, psicótico, enfermo; y quise remover el mundo para buscar a Ximena y me dijo espasmo, tiniebla, hueco; y quise acabar un canto que nombrara todo pero no conocía nada, así que me arrepentí de devorar animales, de acribillar a la luna, de no enviar postales, de sentirme androide, de traficar barro de cometas.
***
Y me entraron las neblinas por los ojos, y se me agusanó el cerebro porque yo no sabía nada del universo que habían inventado para Ximena. Cuando algo me sorprendía o quería impresionarla, ella ya lo había hecho todo o se reía de mí. Poco después, intentaba consolarme y así supimos que era más inteligente que yo, y más confortable que yo, y que, de alguna forma, yo seguiría solo. Por eso soportó las alucinaciones hasta que las larvas reventaron mi cabeza. Por eso se desnudó todos los días y me enseñó a desnudarme para ella. Por eso se esperó y prometió que conoceríamos el canto, que tapizaríamos las ciudades con redondas notas negras, que estallaríamos los edificios de la Antigua Unidad Militar, que el miedo no sería una secta de los espejos de mis entrañas. Por eso se quedó a besarme el cuello en los bosques y los hospitales hasta que las tristezas agusanaron la materia gris en su cabeza y comenzaron a secarse sus dos soles rojos de comisura a comisura.
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24 jun 2014
Sobre una amiga alucinógena
Ni siquiera sé su
nombre, pero la primera vez que lo vi,
mis manos se calentaron. Y no hablo de algo pasional.
Me devolvió la puñalada de la tristeza.
M.J.C.
mis manos se calentaron. Y no hablo de algo pasional.
Me devolvió la puñalada de la tristeza.
M.J.C.
Bueno, bueno. Es un hecho que "el
que con grifos anda..." acá no es que eso aplique, pero hay que pensar que el
que con maniacos adictos a la escritura, la fiesta y el drama se junta, de
pronto se encuentra a otros loquitos y se hacen amigos:
Mi
cielo, sé que piensas en floripondios
¿o en tu próximo cheque?
mi amor, sé que extrañas mi cobardía
la timidez en mis piernas.
Yo lo extraño todo.
Como en los primeros días
cuando queríamos estar ausentes.
En aquellos días mentías
Rasurado. Roto. Restriego.
por los caminos purpuritas
Tras la llamada, tomo el
trolebús. Me dirijo a tu casa.
3er. piso. Grito. Quiero huir.
La avenida está vacía, la farmacia: cerrada.
El aullido y las palabras de dos extraños.
Los gritos. Sonríes. Los grititos
Te sigo esperando.
Tras la llamada me maquillo.
pero ya no sonrío.
Sonríen ellos, los extraños puercos
lagartijas muertas en mi ventana
obra negra para un ciego.
Mi cielo, si supieras que hoy
quiero que me abraces.
Tu puta suerte.
Estás mejor que nunca.
Yo envejezco
en ‘SER-O’
¿o en tu próximo cheque?
mi amor, sé que extrañas mi cobardía
la timidez en mis piernas.
Yo lo extraño todo.
Como en los primeros días
cuando queríamos estar ausentes.
En aquellos días mentías
Rasurado. Roto. Restriego.
por los caminos purpuritas
Tras la llamada, tomo el
trolebús. Me dirijo a tu casa.
3er. piso. Grito. Quiero huir.
La avenida está vacía, la farmacia: cerrada.
El aullido y las palabras de dos extraños.
Los gritos. Sonríes. Los grititos
Te sigo esperando.
Tras la llamada me maquillo.
pero ya no sonrío.
Sonríen ellos, los extraños puercos
lagartijas muertas en mi ventana
obra negra para un ciego.
Mi cielo, si supieras que hoy
quiero que me abraces.
Tu puta suerte.
Estás mejor que nunca.
Yo envejezco
en ‘SER-O’
Resulta que azares del destino, o
el destino, quizá, por medio de una camarada fotógrafa en común, me llevó a un blog por
ahí del 2012: Soy el número cero, donde leí un texto llamado “Paja y sangre” de
una mujer a todas luces encantadora.
Anoche, tú estabas sobre las nubes
Es triste,
pero esta tarde no me espera ninguna mujer desnuda sobre mi cama. Ni la llamada de una triste veterana. Ni un helado
de Nutrisa. Ni cerveza alemana, ni boleto a Budapest. Qué patética eres, otra
vez la voz de Ignacio.
Derivaciones.
Atentado
Caspa
Infecciones vaginales
Terribles crudas
Amaneceres esporádicos
Agua, mucha agua.
Semen, semen, semen.
Trasvestis: ángeles, pues.
La mirada de un maniaco al cual
besé. Su aliento era como el caño.
No pasaron ni tres lecturas
cuando me hice su fan y nos conocimos en persona a los pocos días. Bebimos y
comimos chilaquiles; después, cocinamos pasta.
Marisol Jiménez Cruz, (Oaxaca,
1989), aquella morrita locuaz, estudiante de Literatura en la UAM, se volvió
una de mis cuentistas contemporáneas favoritas con “Saboréalo debajo de la
cama” antologado en Después del derrumbe.
Narrativa joven de Oaxaca (Almadía, 2009) o textos de su blog como “Datsun
510”, donde encuentro una mezcla de relato de Parménides García Saldaña con una
típica mujer de Bolaño. También es, aparte de una colega que admirar, una
preciosa amiga.
Malditos títulos acertados
Yo quería ser una buena primera
línea en esta novela pero fracasé. El título se menciona en algún diálogo del
personaje principal como afirmación o negación. Algunos títulos son
monosilábicos o algún ruido gutural. El nombre de una vieja prostituta, la
descripción de algún paisaje, el nombre del perro. Sustantivos, verbos
conjugados, algún sistema eléctrico, el nombre de un despeñadero. La sonrisa de
una mujer, el secuestro de los aviones, una enfermedad mental o el nombre de
una droga. Alguna disciplina u oficio que antecede al nominativo.
Pero el registro de números en el
papel. Dejen a las máquinas hacer novelas. Dejen que los cuentos se rompan a
mitad de la narración. Olviden la vieja gramática.
El peluquín de la abuela Estela
está hecho en Sri Lanka.
Porque tus almohadas están llenas
de ácaros, regálame un matapulgas.
Oh, sin sentido esta vida.
Callen esas voces.
Me drogué y estoy bien pinche
contenta.
A la verga los pendejos
Inconforme con el régimen.
Me quedé viuda y sin tu vestido.
Títulos que quedan sin
estructura, finalmente nos sabemos el argumento.
Su estética va de lo grotesco a
lo patético con apariciones de ogros, niños mosca, comelones que llegan al
fondo de la tierra, personajes que van al dentista con una halitosis mórbida, las drogas, el sexo entre mujeres y con transexuales, pero siempre con
un dejo de las soledades en la ciudad, del mundo cotidiano en su más horripilante
golpe bajo. Técnicamente, es común
hallar textos fragmentados, que recuperan posibles hilos narrativos
mientras se desarrollan y concluyen, igualmente, con muchos posibles finales “rotos”. Podemos pensar en un vagabundo, Seferino, que la voz narradora
desea, o en otro errante urbano que aparece como amor efímero en las
bibliotecas, para rematar con una narración en verso a/sobre las medias andrajosas de
la mujer perdida:
Colección
Esta
vez quiero decir algo más interesante
algo
que realmente importe.
Tengo
una duda, dónde está ella.
Pero
en lunes no quiero hablar sobre mi mujer.
Me
tiene asqueado. La última vez, con mi lengua rasposa
lamí
su vagina. Y me gustó. Pero a veces ella no quiere, entonces lloro y me asqueo.
Guardé
sus medias por si algún día regresa y se las quiere poner para mí.
Tienen
un hoyo en medio, justo para que la penetre sin que se las quite.
Y
si repito mil veces que no quiero hablar hoy sobre ella
es
porque estoy cansado, precisamente de hablar sobre lo que hacemos
ella
y yo por las noches.
A
veces resulta fantástico. Otras veces quiero matarla, sin sentir
remordimientos.
Se
lo merece. Es justo.
Ya
no hablemos más de ella. Porque hoy no es el día, ni la hora, ni el puto
momento.
Pero
qué detestable que cuando empiezo a hablar sobre ella
me
den más ganas de contarles por qué no me gusta escribir
las
porquerías que hacemos juntas.
Mi
mujer, la de al lado, que me mira y sabe que escribo sobre ella.
Que
no puedo parar. Guardo sus medias en algún lugar.
O
las boto. Pero jamás las rompería porque me gusta olerlas
por
la noche junto al fogón que prenden los vecinos.
Damos
un paseo cuando las brasas están por extinguirse, casi al amanecer. Entonces
regreso
y
las guardo o las tiendo sobre la cama porque ella no está o no ha venido a
visitarme.
Algo
así sucedió con los calcetines de mi abuelo, cuando murió fue lo primero que le
quité, estaban tiesos aunque algunas partes eran suavecitas. No se los había
quitado por semanas así que me los restregué en la cara. Fingiendo felicidad.
Fue
lo único que pude despojarle a mi abuelo.
Luego
los tiré, cuando llegó ella.
Aún
pinto o dibujo calcetines por todos lados, en paredes, tickets y boletos de
metro.
A
veces cargo las medias como bufanda y bailamos durante un rato.
Yo
estoy desnuda y ellas me acarician.
Me
dejan mudo. Y es verdad, justo en este momento, me tapan la boca, se hacen
bolita y creo que en pocos minutos dejaré de hablar.
Porque
ahí está mi mujer y sabe que estoy pensando en ellas, con las que a veces me limpio
la grasa de la cara. Qué buenas son atrapando el polvo de mis libros, el polvo
arriba de mi cabeza.
No
puedo decir nada más sobre ellas. Nada, en absoluto.
Somos
criminales con dudas y deseos que no podemos
formular,
realizar.
Esta muchachona poeta -aunque le pese- y cuentista de hueso
colorado, se volvió una amiga para querer y pelearse en cada encuentro, de por
sí esporádico, siempre de fiesta, de intensés dramática. A veces más pa’ abajo
ella, a veces más pa’ abajo yo, a veces bien tranquilos ambos, compartiendo
alcoholes, comidas y pipas de la paz. Imposible olvidar el primer texto en su
blog; habla, con una mezcla de crónica y ficción, de un lugar que me presentó,
donde compartimos una cerveza y una de tantas noches poca madre.
El
lugar, simplemente, es el “33″ ubicado en Eje Central muy cerca de la
Plaza de Garibaldi en la Ciudad de México. Es un arrabal pequeño de dos pisos.
En el segundo piso se va a mamar y a coger. No pueden entrar mujeres y es
obligatorio tener chela en mano. Y lo
más importante: NUNCA CIERRA. La primera vez que fui se me reveló como un
paraíso ya que por ley, las cantinas y antros cierran a las 2, 3 o incluso
puedes encontrar algunos que cierren
hasta las 4. He ahí lo mágico del
33: puedes seguir chupando (y chupando, ajá) hasta que tu cuerpo y tu bolsillo
decidan cortarte la embriaguez por las buenas. Es la hora donde la gente se cae
por las escaleras, donde los baños están vomitados y la coca circula
tranquilamente. El aroma de arrabal se te queda hasta en los dedos. La primera vez que fui no quería irme. Quería
ver penes y penes, ver coger a dos hombres, bocas sobre penes. Penes en el
culo. Trans…. Hace pocos días regresé. Mi estado de ánimo me producía un asco
terrible. Quería vomitar sobre todos ellos pero ni siquiera me salían las
palabras. Luego encontré a un amigo, y digo amigo porque me invitó una cerveza
semanas antes, ¿Ya no te acuerdas de mí? le pregunté.” Obvio que sí ¿Qué estás
haciendo aquí?” me preguntó sorprendido “Me gusta ver” dije sin pensarlo. Me despedí y me dio un
beso en el cuello.
Una noche, con nuestra amiga en
común, se volvió memorable después de la presentación de un libro en el centro
cultural Xavier Villaurrutia. Al terminar, fuimos a emborracharnos en una
cafetería de la Roma, enloquecer en un departamento de Portales y amanecer en
otro de Culhuacán.
La presentación era del libro Desde el fondo de la tierra. Poetas jóvenes
de Oaxaca (Praxis, 2012). En él, nuestra querida reseñada abre obra con tres
poemas: “Astrid”, “Comelón núm. 1” y “Dental”, junto a otros autores
oaxaqueños como Óscar Tanat, Enrique Arnaud Blum y Enna Georgina Osorio
Montejo. Su obra y nuestra amistad, más o menos cercana en distintos momentos,
ha sido demasiado relevante para mi obra y pensamientos. Cierro con tres relatos
de esta excelente y querida escritora:
Datsun 510
Los escalones
que conducían al departamento estaban encharcados. Melisa los bajaba
nerviosamente con sus zapatillas negras, los labios rojos también bajaban, los
ojos bajaban pero a veces me veían, rebotaban a cada escalón. Llegamos a
aquella reunión de preparatoria. El salón de fiestas estaba iluminadísimo y
perfumado más por las colonias que por las flores. Melisa estaba hermosa a
pesar de que compramos su ropa en la paca. Nuestros amigos ricos se percataron
de que mi traje me quedaba un poco holgado pero no hicieron ninguna broma, o al
menos no las oí. Al final bailamos y bebimos cocteles que Melisa y yo habíamos
dejado de tomar hace algunos años. Tomamos algunos bocadillos y botellas
semivacías mientras nuestros amigos partían con sus abrigos, autos y
colecciones finas. Al final del festejo, Melisa y yo partimos hacia la ciudad
en nuestro Datsun. Durante el trayecto reíamos al acordarnos de los borrachos
indeseados pero con billetes hasta en los ojos que por alguna extraña razón
habían llegado ahí. Un viejillo bailó con Melisa y Melisa se carcajeaba cada
vez que le hablaba de cerca. Yo no me puse celoso porque la conozco bien pero
ya en el auto le pregunté qué le había dicho aquel viejillo a lo que ella me
respondió “¿Tú qué crees?… me dijo lo mismo que a todas las demás, me invitó a
bailar como a todas la demás, me dijo que quería ir a las estrellas conmigo
como a todas las demás, que iríamos al boliche, que era un hombre
comprometido…” Yo nunca le he dicho cosas semejantes a Melisa, pensé. “Hasta me
propuso matrimonio…” ¿Cómo a todas las demás?, pregunté. “Quizá, pero las demás
no aceptaron, sólo yo”. Y enseguida me mostró un anillo ostentoso. Me asombré
de ver semejante monstruo valioso en el pequeño dedo de Melisa “¿Así de
simple?” Dije un poco furioso. “Vamos Rogelio, no creerás que he aceptado, se
lo robé” dijo con voz maliciosa “lo venderemos y compraremos carne de ternera y
quizá un buen vino” Yo carcajeé aliviado y besé a Melisa mientras se observaba
el anillo. Melisa puso el radio y sonaba B. J. Colin: en esta tierra de vientos
suaves y apacibles, nadie se despide nunca, en esta tierra suave nada de
corazones rotos, aquí sólo se rompen almejas e hicimos la mayoría de las cosas
que habíamos planeado en el auto: sonrientes y con la carne entre los dientes.
Buick
Sus piernas:
dos jamones que alimentarían por una semana a un perro mediano. Dos pedazos de
tremendo peso. Perro, hambriento de carne lambisqueada. Por la tarde se
escuchaban las sirenas de ambulancias, patrullas y alarmas sísmicas. Ella no
salía. Así con las piernas lambisqueadas y un perro maltés sobre la bañera
saboteando la fiesta disco. Había una grabadora de pilas en la bañera que
armonizaba el baño caliente. El vapor cubría los azulejos azules. Esta noche el
Buick rojo escarlata irá a un reventón. La generación que consume viejas marcas
de cigarros. Sin filtro. Sobre el río de aguas púrpuras nace la elegancia que
la llevará en calles de acordeón. Las escaleras se transforman en un acordeón
por donde camina una reina junto con el gato de angora. En espera de que eso
hombre con ojos como limones, muera. Y el oso malayo roba en Ámsterdam. El
hombre con disfraz de oso malayo. Existían dos hermanos, cada uno con la mano
en el culo que saltan en búsqueda de la felicidad. Uno le inserta al otro
mientras el otro trata de hacer lo mismo, inversamente. El mono que toca la
armónica sobre un taburete púrpura. Es un éxito el alcohólico que se orina al
policía. La construcción de una hormiga enorme manejada por un científico en
vías de volverse famoso. Hormigas enormes que atacan ciudades cosmopolitas. Las
transexuales hicieron una fiesta. El Buick pasó por ellas. Atrás del Hotel. El
pulpo púrpura atravesando el mar. El rey pulpo que tiene un trono de coral. Su
mirada negrísima, con sensuales tentáculos que encienden a quien lo mira.
Plomero, con un carajo, esa ballena otra vez está en el retrete. Se abre la
puerta número uno, avispas. Puerta número… me vale pito: palmeras blancas, el
mar espeso de corrector. Blanquecino, me ciega. Pero hay unas pisadas negras
sobre los muros y paredes. ¿Qué quién será el próximo detective famoso? En esta
ciudad no hay crímenes. Sólo el robo de pelícanos. Atrás de este teatro, los
gitanos están bebiendo. Otra vez Buick que los trajo al muelle. Imaginen el
fucking mundo donde nieva coca. Los que calzan zapatos usan patas de pato. Como
saludo,
Cazalobas
La camioneta
doblaba en la avenida Atlixco. Seguimos caminando sobre el camellón. Apenas
calentaba el sol en una tarde tan fría. “Me intriga tu frialdad” Se refería a
mis manos que en efecto se parecían a las de un muerto. Ni siquiera sé su
nombre, pero la primera vez que lo vi, mis manos se calentaron. Y no hablo de
algo pasional. Me devolvió la puñalada de la tristeza. Quiero decir que si el
fénix resurge de las cenizas, hablemos de resurgir desde la desesperación.
Y así pasaron
los días, nos encontramos en la biblioteca por algunos días. Dimos paseos
cortos y aburridos.
No sé su edad
pero quiero que me lama el sexo. Es lo más cercano a coger con un vagabundo.
Confieso, es la oportunidad más cercana para coger. Él Es un vagabundo elegante
que carga una bella bolsa de una tienda departamental. Tiene el olor y la
sonrisa de un juglar. Pero no es excéntrico y no sabe seducir, esto apunta a un
terrible desenlace. Camina a pasos ligeros. Lo peor: Yo no soy ninguna loba, ni
él un cazador.*
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*Todos los textos, incluyendo el epígrafe, son de Marisol Jiménez Cruz y fueron tomados de su blog: http://soyelnumeroero.wordpress.com
*Todos los textos, incluyendo el epígrafe, son de Marisol Jiménez Cruz y fueron tomados de su blog: http://soyelnumeroero.wordpress.com
23 jun 2014
Lados B - Manual de Buena fe (en Reva Ombligo)
(Instrucción de Los perdedores)
Aquí un cuento en la Revista Ombligo. El primer texto que me publican desde que se renovaron. Parece que los demás quedaron fuera del servidor, así que prácticamente es mi primera aportación.
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