17 dic 2014

"Boceto" en voz de Elizabeth Larráñaga



Elizabeth es una querida amiga y colega de versos. Nos conocimos hace algún tiempo por la revista digital del Instituto de Cultura de Veracruz Litoral-e (hoy desaparecida directamente del sitio, aunque es posible encontrar los archivos). A varios años de amistad online, le pregunté si podría leer un texto mío y pocos días después me causó gran gusto escuchar en su voz uno de mis poemas. El texto elegido es "Boceto" del 2012, incluido en el poemario Eso que revienta. 


Entre otras cosas, Elizabeh Larráñaga estudió Ingeniería en Acuicultura en el Instituto Tecnológico de Boca del Río, es ama de casa, escritora -poeta y narradora-, cantante y compositora. Parte de su obra ha sido traducida al francés y publicada en diversos medios electrónicos e impresos. Por aquí encuentran más audios de poemas y canciones en su preciosa voz: Goear de Elizabeth Larráñaga "Lizla"


La foto la elegí personalmente de un lugar cercano al norte de Cuernavaca, rumbo a Tepoztlán, el "Bosque de La Herradura", sitio que inspiró algunos versos de "Boceto", sobre todo pensando en el camino a Tepoztlán. Pertenece a un álbum personal de mi amigo Ángel. Compañero del barrio, de películas, caminatas, pozolizas y loqueras.

Ángel Santiaguillo Medina es egresado de Ciencias de la Comunicación por la Universidad Cuauhnáhuac de Cuernavaca. Trabaja en CONACYT Morelos, donde es coordinador del programa Expreciencia ambulante. Un chispazo científico en.... Realiza, además, excursiones y caminatas a diversos pueblos de Morelos. Pueden encontrar su página de Facebook: "Excursiones Tomoanchan".

9 dic 2014

Artículo de Mario Castro en Danludens

Danludens es una especie de revista que funciona como plataforma para la difusión de diversas expresiones artísticas que puedan ser manipuladas vía digital, desde texto hasta imagen, video y multimedia. La semana pasada, Mario Castro, compañero de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde es mejor conocido como el "Ma", publicó un artículo sobre mi trabajo. El también fotógrafo hace un breve y personal análisis sobre "Canción de Ananda" e invita a los lectores a hojear El morbo y las promesas, poemario donde está incluido el poema de Ananda. Los invito a leer el artículo y dejo por aquí un fragmento:

Juan Andrés Herrera - Un día común  en el RocaBar
(foto de Mario Castro)

"En Canción de Ananda la voz poética, que no la de Andrés, habla con violencia, con terror e incluso con placer pues Ananda, cuchillo en mano, siempre juega sobre el filo, lo frágil, frente a la muerte: todo el tiempo se encuentra entre vómito y sangre, entre fluidos que nutren a la tierra, que se esparcen sobre ella. El dolor es un juego, una acción rápida e insistente que se derrama palabra por palabra, violenta y sangrante mana de las calles mexicanas aunque también de la poesía. La muerte como tópico, como entrega del ser ante el dolor o el placer, quizás por ello el poema se dedica a Alejandra Pizarnick (sic), Gabriela Mistral y Concha Urquiza: una argentina, una chilena y una mexicana o, mejor dicho, tres latinoamericanas que, como el cuernavaquense, ven cómo la zozobra toma de la mano al tiempo: 

 Lentamente flota en un oscuro inmemorial 

 como el lomo de los montes de mi pueblo 

 o el jugo que corre sobre las calles mexicanas 

 de Roberto Bolaño, nunca bien ponderadas.

[...]"


Seguir leyendo:
http://www.danludens.com/typus/poesia-maconha-juan-andres-herrera-1990/

27 oct 2014

Lic. Gómez

(Reconcilio de Los perdedores)

Había más de tres kilómetros hasta el Gayety y, mientras los recorría, recordó sus días de triunfo, cuando era el campeón de pesos pesados.

J. LONDON, “Por un bisteck”


Lo siento. Llámame pesimista, si quieres, pero no amargado. Me niego a creer que la vida sea un designio de amor. Yo no creo que haya nacido como ser único para la persona única. Qué flojera. Eso reduce la vida a algo significante, el amor limita la vida a un sentido. No, discúlpame en verdad, eres joven, mano, y te deseo que disfrutes tu relación, pero a mis cincuenta y cuatro años me niego a creer que existe un amor único, un alma gemela. ¿Cómo? Pero, por supuesto, Carlitos, que la idea existe, y la acepto y puedo vivirla, pero yo me niego a aceptar que así es toda la vida, conozco el concepto de amor, no niego su existencia, sólo que así visto ha hecho tanta cursilada en el mundo, esas canciones, y las estampas, no sé, los poemas… Con todo respeto, ¡tanta pendejada! Hasta la ropa, todo tan “bonito”. Por eso hay tanto maricón. No, mira, el problema es la abundancia de una idea de lo bonito. Hombre, no te enojes, no soy un amargado, bailo, canto, hasta me enamoro de vez en vez, pero no voy a estar creyendo que haya “llegado” al sitio preciso en una mujer. No, discúlpame, Marlene, yo no digo que tu amor y el de tu esposo no sea real; no me entienden. Ándale, Paco, a eso me refería, ¿ven? ¿me explico?

     Y el Administrador, Lic. Gómez, tomó su fólder y puso encima del brazo canoso el suéter tejido a mano. Finalmente, era el jefe y a veces daban ganas de golpearlo por ser tan necio. La empresa que fundara diez años antes con su mejor amigo, ahora daba oportunidades a administradores recién egresados para servicios de reclutación por outsourcing.

     Salió del piso principal deseándoles buena tarde a todos. Dos cuadras más adelante, entró en la cantina de siempre y pidió un trago. Alguien puso una canción de Carla Mórrison en la rockola; el bar también estaba lleno de jóvenes.

     “No te quiero perder…”. ¿Es en serio?, se preguntó Gómez y encendió un cigarro. “me duele hasta la piel”. Justamente a eso me refería, se dijo. Bebió el whiskey. Esa canción sería el ejemplo perfecto para los demás en la oficina. Una joven de unos quince años gritó y abrazó a la chica que la había puesto.

     —¿Quién es?— No te quiero tener... y Gómez se entusiasmó con la cara de la chica y su sonrisa
     
     —Carla Mórrison— porque tanto te amo... Comienzo a conocer… la intensidad de mi ser...

     “Es como Liz en el bachillerato, sólo que era más alta”, se dijo Gómez, de tu boca mía dijo la Mórrison, “de tu boca mía”, gritó la chica, “de tu boca mía” se repitió el tono en la cabeza del Licenciado. “La boca de Fany”, pensó, mía, mía, “mía, mía”, “mía, mía“ siguió el eco (Carla Mórrison: la chica: Gómez) dentro de mí, semillas tengo de ti, “el semestre con Caty, la noche del balcón, la ciudad” y sin ti... cantó la Mórrison desde la rockola, “pueden querer morir”, se adelantó la chica casi con lágrimas en los ojos, “pueden querer morir” dijeron al unísono la Mórrison y el eco de la voz de la chica en la cabeza del Licenciado; “la venezolana de veinticinco años, el intercambio en Tlaxcala”, No te quiero perder..., ”Areli, Oaxaca, el servicio social, la titulación, las clases en Hermosillo, los viajes a Mexicali con su mamá”, que el amor se acabe y vuelvas a querer... dijo una vez más Mórrison-rockola, “que el amor se acabe” cantó la chica, “y vuelvas a querer”, completó Gómez en su cabeza, “Daniela en la secundaria, estábamos bien niños”, otro sabor a miel..., “Miriam, el proyecto de Amanalco, su primito Luis”, ”otro sabor a miel” repitió la chica pero él vio el metro, los camiones, las lanchas, vio ridículos, corajes,  despedidas, mentadas de madre, se vio olvidado, tranquilo, sin hijos, Comienzo a conocer... la intensidad de mi ser... “me duele hasta la piel” dijo la chica cuando ya la música terminaba y Gómez, por primera vez en trece años, aunque odiaba las telenovelas, lloró.

3 ago 2014

Sobre todos los besos que no le di a Ximena


La carne roja, a goterones de sangre, bajo el pómulo, en las tardes junto al ventanal, su voz espléndida sobre Bajtín, sus carnes ausentes cuando la Teoría literaria le reventaba el cráneo y sus disertaciones contra Pfeiffer. Un poema para una chica de Letras, qué aburrido. Mi ex novia decía que todos los personajes de los escritores daban flojera porque son escritores; cuando le escribía, yo le escribía a una muchacha de Letras. Qué ironía, el amor encapsulado en el eco de Lukács por querer envolverla en otro manto de soledades como si ser teórico fuera ser caníbal, o asesino serial, sin congresos, en solitario, planeando cada quien sus sublimes bajezas. Pero no, Ximena era teórica y bella, y nunca me hubiera pelado. Esto, al menos, es una parte. 

***

A veces llegaba al departamento en las tardes con su blusa negra, su larga falda blanca y sus medias. Usaba botas, tenía el cabello corto, sonreía por todo. Figuras de sus manos en al aire y su boca las coloreaba con cantos de Nina Galindo o del “No te embarques” de Juan del Vado. A veces llegaba al departamento con su presencia barroca y me contaba que había perdido la cabeza en el trolebús y cantó llorando y pegó a la gente para que entendiera que la música está afuera. A veces daba miedo y yo la escuchaba emocionadísimo como si Ximena me dijera “muérdeme la nuca”, entonces le agarraba la mano y me volteaba a ver como si dijera “muérdeme las manos”, y yo comenzaba a sobar sus caderas por encima de la blusa y de la falda, entonces me veía como si dijera “mi pubis es una lluvia de arena” y yo me volvía de arena mientras mis dedos se enredaban en su pecho y era como si dijera “mi sexo es un matorral de las afueras”, “mi clítoris es una abeja sobre una nube”, “las uves de mis labios son tostadas voces de sirena” y era como si Ximena me demoliera los ojos, entonces decía que la tarde era preciosa, que aquello era poesía o magia y yo sentía miedo y me quedaba callado tratando de acomodarle la blusa. Entonces era como si enterrara el tacón de su bota en mi lengua. 

***

Ximena asomaba a clases en el mismo grupo con gabardina o con su paraguas cerrado. Antes de sentarse, su melena saturaba el aire. Años después, a mí me daba miedo verla entrar sonriendo con su larguísimo pelo negro, su nariz marcada y su cara pálida iluminada por dos soles rojos de comisura a comisura; y su mirada -ni poética, ni ritual, ni lama-, donde no estamos en el salón de Letras embarrados en la pared, la cara embadurnada de amor. A veces quería llorar con su espalda descubierta: el lunar, la media luna, el cuello, y recordaba la marca en la areola del pezón, sus botones reventados por los dientes del adicto que hoy se muerde los labios mientras rasga un maguey como si buscara un nombre y encuentra el aguamiel y pierde la vista. Ximena, cuando no eras un cristal roto, andábamos en los salones de Letras con las taquicardias de la tarde como quien pierde un nombre y encuentra el aro de la aguja. Ximena, paseo glaciar por las venas, tu aire de ausente en clases, de estudiante que no entiende, entrabas despistada, buscabas mi mirada para sonreír y dejar pasar la carrera, los veinte años, tus ojos alucinantes, el sexo alucinante, mi violencia alucinante, con dos soles rojos de comisura a comisura. 

***

Así comencé a pintar cuadros cuando estaba Ximena, a desarmar paisajes cuando no estaba. Así me dijo soy antropóloga y yo le dije eres poeta, el poeta eres tú -me contestó- que tienes los ojos hacia adentro. Y me tapé la boca para que no huyeran las libélulas que le había guardado, y al quitarme la mano cayeron miles de patitas verdes y cristales de alas, pero Ximena no supo de mis regalos muertos porque ya se había ido. 

***

De la voz en el vacío voló un reflejo y se hizo otra luz cuando Ximena aceptó darme un beso y después quitarme el pantalón, y dijo que no valía si no le daba nalgadas. Me enamoré porque el otoño como drogas trajo paz al otoño, trajo dunas celestes, trajo mares abiertos, trajo gigantes de gas envueltos en un universo para entregárselo a Ximena. Por eso, cuando se fue, el mundo quedó sin nombre y los espejos se rompieron y el otoño como salvia se deshizo en agua salada. Entonces supe que aquello era el silencio, que el nombre de Ximena se me había olvidado y que mi odio era lo único que nunca se me olvidaría porque soy un hombre. Y me sentí tan desunido que decidí nombrar otro mundo pero me dijeron marihuano, psicótico, enfermo; y quise remover el mundo para buscar a Ximena y me dijo espasmo, tiniebla, hueco; y quise acabar un canto que nombrara todo pero no conocía nada, así que me arrepentí de devorar animales, de acribillar a la luna, de no enviar postales, de sentirme androide, de traficar barro de cometas. 

***

Y me entraron las neblinas por los ojos, y se me agusanó el cerebro porque yo no sabía nada del universo que habían inventado para Ximena. Cuando algo me sorprendía o quería impresionarla, ella ya lo había hecho todo o se reía de mí. Poco después, intentaba consolarme y así supimos que era más inteligente que yo, y más confortable que yo, y que, de alguna forma, yo seguiría solo. Por eso soportó las alucinaciones hasta que las larvas reventaron mi cabeza. Por eso se desnudó todos los días y me enseñó a desnudarme para ella. Por eso se esperó y prometió que conoceríamos el canto, que tapizaríamos las ciudades con redondas notas negras, que estallaríamos los edificios de la Antigua Unidad Militar, que el miedo no sería una secta de los espejos de mis entrañas. Por eso se quedó a besarme el cuello en los bosques y los hospitales hasta que las tristezas agusanaron la materia gris en su cabeza y comenzaron a secarse sus dos soles rojos de comisura a comisura.

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24 jun 2014

Sobre una amiga alucinógena

Ni siquiera sé su nombre, pero la primera vez que lo vi,
mis manos se calentaron. Y no hablo de algo pasional.
Me devolvió la puñalada de la tristeza.
M.J.C.

Bueno, bueno. Es un hecho que "el que con grifos anda..." acá no es que eso aplique, pero hay que pensar que el que con maniacos adictos a la escritura, la fiesta y el drama se junta, de pronto se encuentra a otros loquitos y se hacen amigos:

Mi cielo, sé que piensas en floripondios
¿o en tu próximo cheque?
mi amor, sé que extrañas mi cobardía
la timidez en mis piernas.
Yo lo extraño todo.
Como en los primeros días
cuando queríamos estar ausentes.
En aquellos días mentías
Rasurado. Roto. Restriego.
por los caminos purpuritas
Tras la llamada, tomo el
trolebús. Me dirijo a tu casa.
3er. piso. Grito. Quiero huir.
La avenida está vacía, la farmacia: cerrada.
El aullido y las palabras de dos extraños.
Los gritos. Sonríes. Los grititos
Te sigo esperando.
Tras la llamada me maquillo.
pero ya no sonrío.
Sonríen ellos, los extraños puercos
lagartijas muertas en mi ventana
obra negra para un ciego.
Mi cielo, si supieras que hoy
quiero que me abraces.
Tu puta suerte.
Estás mejor que nunca.
Yo envejezco
en ‘SER-O’

Resulta que azares del destino, o el destino, quizá, por medio de una camarada fotógrafa en común, me llevó a un blog por ahí del 2012: Soy el número cero, donde leí un texto llamado “Paja y sangre” de una mujer a todas luces encantadora.

Anoche, tú estabas sobre las nubes
Es triste, pero esta tarde no me espera ninguna mujer desnuda sobre mi cama. Ni la  llamada de una triste veterana. Ni un helado de Nutrisa. Ni cerveza alemana, ni boleto a Budapest. Qué patética eres, otra vez la voz de Ignacio.
Derivaciones.
Atentado
Caspa
Infecciones vaginales
Terribles crudas
Amaneceres esporádicos
Agua, mucha agua.
Semen, semen, semen.
Trasvestis: ángeles, pues.
La mirada de un maniaco al cual besé. Su aliento era como el caño.

No pasaron ni tres lecturas cuando me hice su fan y nos conocimos en persona a los pocos días. Bebimos y comimos chilaquiles; después, cocinamos pasta.

Marisol Jiménez Cruz, (Oaxaca, 1989), aquella morrita locuaz, estudiante de Literatura en la UAM, se volvió una de mis cuentistas contemporáneas favoritas con “Saboréalo debajo de la cama” antologado en Después del derrumbe. Narrativa joven de Oaxaca (Almadía, 2009) o textos de su blog como “Datsun 510”, donde encuentro una mezcla de relato de Parménides García Saldaña con una típica mujer de Bolaño. También es, aparte de una colega que admirar, una preciosa amiga.

Malditos títulos acertados
Yo quería ser una buena primera línea en esta novela pero fracasé. El título se menciona en algún diálogo del personaje principal como afirmación o negación. Algunos títulos son monosilábicos o algún ruido gutural. El nombre de una vieja prostituta, la descripción de algún paisaje, el nombre del perro. Sustantivos, verbos conjugados, algún sistema eléctrico, el nombre de un despeñadero. La sonrisa de una mujer, el secuestro de los aviones, una enfermedad mental o el nombre de una droga. Alguna disciplina u oficio que antecede al nominativo.
Pero el registro de números en el papel. Dejen a las máquinas hacer novelas. Dejen que los cuentos se rompan a mitad de la narración. Olviden la vieja gramática.
El peluquín de la abuela Estela está hecho en Sri Lanka.
Porque tus almohadas están llenas de ácaros, regálame un matapulgas.
Oh, sin sentido esta vida.
Callen esas voces.
Me drogué y estoy bien pinche contenta.
A la verga los pendejos
Inconforme con el régimen.
Me quedé viuda y sin tu vestido.
Títulos que quedan sin estructura, finalmente nos sabemos el argumento.

Su estética va de lo grotesco a lo patético con apariciones de ogros, niños mosca, comelones que llegan al fondo de la tierra, personajes que van al dentista con una halitosis mórbida, las drogas, el sexo entre mujeres y con transexuales, pero siempre con un dejo de las soledades en la ciudad, del mundo cotidiano en su más horripilante golpe bajo. Técnicamente, es común  hallar textos fragmentados, que recuperan posibles hilos narrativos mientras se desarrollan y concluyen, igualmente, con muchos posibles finales “rotos”. Podemos pensar en un vagabundo, Seferino, que la voz narradora desea, o en otro errante urbano que aparece como amor efímero en las bibliotecas, para rematar con una narración en verso a/sobre las medias andrajosas de la mujer perdida:

Colección
Esta vez quiero decir algo más interesante
algo que realmente importe.
Tengo una duda, dónde está ella.
Pero en lunes no quiero hablar sobre mi mujer.
Me tiene asqueado. La última vez, con mi lengua rasposa
lamí su vagina. Y me gustó. Pero a veces ella no quiere, entonces lloro y me asqueo.
Guardé sus medias por si algún día regresa y se las quiere poner para mí.
Tienen un hoyo en medio, justo para que la penetre sin que se las quite.
Y si repito mil veces que no quiero hablar hoy sobre ella
es porque estoy cansado, precisamente de hablar sobre lo que hacemos
ella y yo por las noches.
A veces resulta fantástico. Otras veces quiero matarla, sin sentir remordimientos.
Se lo merece. Es justo.
Ya no hablemos más de ella. Porque hoy no es el día, ni la hora, ni el puto momento.
Pero qué detestable que cuando empiezo a hablar sobre ella
me den más ganas de contarles por qué no me gusta escribir
las porquerías que hacemos juntas.
Mi mujer, la de al lado, que me mira y sabe que escribo sobre ella.
Que no puedo parar. Guardo sus medias en algún lugar.
O las boto. Pero jamás las rompería porque me gusta olerlas
por la noche junto al fogón que prenden los vecinos.
Damos un paseo cuando las brasas están por extinguirse, casi al amanecer. Entonces regreso
y las guardo o las tiendo sobre la cama porque ella no está o no ha venido a visitarme.
Algo así sucedió con los calcetines de mi abuelo, cuando murió fue lo primero que le quité, estaban tiesos aunque algunas partes eran suavecitas. No se los había quitado por semanas así que me los restregué en la cara. Fingiendo felicidad.
Fue lo único que pude despojarle a mi abuelo.
Luego los tiré, cuando llegó ella.
Aún pinto o dibujo calcetines por todos lados, en paredes, tickets y boletos de metro.
A veces cargo las medias como bufanda y bailamos durante un rato.
Yo estoy desnuda y ellas me acarician.
Me dejan mudo. Y es verdad, justo en este momento, me tapan la boca, se hacen bolita y creo que en pocos minutos dejaré de hablar.
Porque ahí está mi mujer y sabe que estoy pensando en ellas, con las que a veces me limpio la grasa de la cara. Qué buenas son atrapando el polvo de mis libros, el polvo arriba de mi cabeza.
No puedo decir nada más sobre ellas. Nada, en absoluto.
Somos criminales con dudas y deseos que no podemos
formular,
realizar.

Esta muchachona poeta -aunque le pese- y cuentista de hueso colorado, se volvió una amiga para querer y pelearse en cada encuentro, de por sí esporádico, siempre de fiesta, de intensés dramática. A veces más pa’ abajo ella, a veces más pa’ abajo yo, a veces bien tranquilos ambos, compartiendo alcoholes, comidas y pipas de la paz. Imposible olvidar el primer texto en su blog; habla, con una mezcla de crónica y ficción, de un lugar que me presentó, donde compartimos una cerveza y una de tantas noches poca madre.

El lugar, simplemente, es el “33″ ubicado en Eje Central muy cerca de la Plaza de Garibaldi en la Ciudad de México. Es un arrabal pequeño de dos pisos. En el segundo piso se va a mamar y a coger. No pueden entrar mujeres y es obligatorio tener chela en mano. Y lo más importante: NUNCA CIERRA. La primera vez que fui se me reveló como un paraíso ya que por ley, las cantinas y antros cierran a las 2, 3 o incluso puedes encontrar algunos que cierren  hasta las 4.  He ahí lo mágico del 33: puedes seguir chupando (y chupando, ajá) hasta que tu cuerpo y tu bolsillo decidan cortarte la embriaguez por las buenas. Es la hora donde la gente se cae por las escaleras, donde los baños están vomitados y la coca circula tranquilamente. El aroma de arrabal se te queda hasta en los dedos.  La primera vez que fui no quería irme. Quería ver penes y penes, ver coger a dos hombres, bocas sobre penes. Penes en el culo. Trans…. Hace pocos días regresé. Mi estado de ánimo me producía un asco terrible. Quería vomitar sobre todos ellos pero ni siquiera me salían las palabras. Luego encontré a un amigo, y digo amigo porque me invitó una cerveza semanas antes, ¿Ya no te acuerdas de mí? le pregunté.” Obvio que sí ¿Qué estás haciendo aquí?” me preguntó sorprendido “Me gusta ver”  dije sin pensarlo. Me despedí y me dio un beso en el cuello.

Una noche, con nuestra amiga en común, se volvió memorable después de la presentación de un libro en el centro cultural Xavier Villaurrutia. Al terminar, fuimos a emborracharnos en una cafetería de la Roma, enloquecer en un departamento de Portales y amanecer en otro de Culhuacán.

La presentación era del libro Desde el fondo de la tierra. Poetas jóvenes de Oaxaca (Praxis, 2012). En él, nuestra querida reseñada abre obra con tres poemas: “Astrid”, “Comelón núm. 1” y “Dental”, junto a otros autores oaxaqueños como Óscar Tanat, Enrique Arnaud Blum y Enna Georgina Osorio Montejo. Su obra y nuestra amistad, más o menos cercana en distintos momentos, ha sido demasiado relevante para mi obra y pensamientos. Cierro con tres relatos de esta excelente y querida escritora:

Datsun 510
Los escalones que conducían al departamento estaban encharcados. Melisa los bajaba nerviosamente con sus zapatillas negras, los labios rojos también bajaban, los ojos bajaban pero a veces me veían, rebotaban a cada escalón. Llegamos a aquella reunión de preparatoria. El salón de fiestas estaba iluminadísimo y perfumado más por las colonias que por las flores. Melisa estaba hermosa a pesar de que compramos su ropa en la paca. Nuestros amigos ricos se percataron de que mi traje me quedaba un poco holgado pero no hicieron ninguna broma, o al menos no las oí. Al final bailamos y bebimos cocteles que Melisa y yo habíamos dejado de tomar hace algunos años. Tomamos algunos bocadillos y botellas semivacías mientras nuestros amigos partían con sus abrigos, autos y colecciones finas. Al final del festejo, Melisa y yo partimos hacia la ciudad en nuestro Datsun. Durante el trayecto reíamos al acordarnos de los borrachos indeseados pero con billetes hasta en los ojos que por alguna extraña razón habían llegado ahí. Un viejillo bailó con Melisa y Melisa se carcajeaba cada vez que le hablaba de cerca. Yo no me puse celoso porque la conozco bien pero ya en el auto le pregunté qué le había dicho aquel viejillo a lo que ella me respondió “¿Tú qué crees?… me dijo lo mismo que a todas las demás, me invitó a bailar como a todas la demás, me dijo que quería ir a las estrellas conmigo como a todas las demás, que iríamos al boliche, que era un hombre comprometido…” Yo nunca le he dicho cosas semejantes a Melisa, pensé. “Hasta me propuso matrimonio…” ¿Cómo a todas las demás?, pregunté. “Quizá, pero las demás no aceptaron, sólo yo”. Y enseguida me mostró un anillo ostentoso. Me asombré de ver semejante monstruo valioso en el pequeño dedo de Melisa “¿Así de simple?” Dije un poco furioso. “Vamos Rogelio, no creerás que he aceptado, se lo robé” dijo con voz maliciosa “lo venderemos y compraremos carne de ternera y quizá un buen vino” Yo carcajeé aliviado y besé a Melisa mientras se observaba el anillo. Melisa puso el radio y sonaba B. J. Colin: en esta tierra de vientos suaves y apacibles, nadie se despide nunca, en esta tierra suave nada de corazones rotos, aquí sólo se rompen almejas e hicimos la mayoría de las cosas que habíamos planeado en el auto: sonrientes y con la carne entre los dientes.

Buick
Sus piernas: dos jamones que alimentarían por una semana a un perro mediano. Dos pedazos de tremendo peso. Perro, hambriento de carne lambisqueada. Por la tarde se escuchaban las sirenas de ambulancias, patrullas y alarmas sísmicas. Ella no salía. Así con las piernas lambisqueadas y un perro maltés sobre la bañera saboteando la fiesta disco. Había una grabadora de pilas en la bañera que armonizaba el baño caliente. El vapor cubría los azulejos azules. Esta noche el Buick rojo escarlata irá a un reventón. La generación que consume viejas marcas de cigarros. Sin filtro. Sobre el río de aguas púrpuras nace la elegancia que la llevará en calles de acordeón. Las escaleras se transforman en un acordeón por donde camina una reina junto con el gato de angora. En espera de que eso hombre con ojos como limones, muera. Y el oso malayo roba en Ámsterdam. El hombre con disfraz de oso malayo. Existían dos hermanos, cada uno con la mano en el culo que saltan en búsqueda de la felicidad. Uno le inserta al otro mientras el otro trata de hacer lo mismo, inversamente. El mono que toca la armónica sobre un taburete púrpura. Es un éxito el alcohólico que se orina al policía. La construcción de una hormiga enorme manejada por un científico en vías de volverse famoso. Hormigas enormes que atacan ciudades cosmopolitas. Las transexuales hicieron una fiesta. El Buick pasó por ellas. Atrás del Hotel. El pulpo púrpura atravesando el mar. El rey pulpo que tiene un trono de coral. Su mirada negrísima, con sensuales tentáculos que encienden a quien lo mira. Plomero, con un carajo, esa ballena otra vez está en el retrete. Se abre la puerta número uno, avispas. Puerta número… me vale pito: palmeras blancas, el mar espeso de corrector. Blanquecino, me ciega. Pero hay unas pisadas negras sobre los muros y paredes. ¿Qué quién será el próximo detective famoso? En esta ciudad no hay crímenes. Sólo el robo de pelícanos. Atrás de este teatro, los gitanos están bebiendo. Otra vez Buick que los trajo al muelle. Imaginen el fucking mundo donde nieva coca. Los que calzan zapatos usan patas de pato. Como saludo,

Cazalobas
La camioneta doblaba en la avenida Atlixco. Seguimos caminando sobre el camellón. Apenas calentaba el sol en una tarde tan fría. “Me intriga tu frialdad” Se refería a mis manos que en efecto se parecían a las de un muerto. Ni siquiera sé su nombre, pero la primera vez que lo vi, mis manos se calentaron. Y no hablo de algo pasional. Me devolvió la puñalada de la tristeza. Quiero decir que si el fénix resurge de las cenizas, hablemos de resurgir desde la desesperación.

Y así pasaron los días, nos encontramos en la biblioteca por algunos días. Dimos paseos cortos y aburridos.

No sé su edad pero quiero que me lama el sexo. Es lo más cercano a coger con un vagabundo. Confieso, es la oportunidad más cercana para coger. Él Es un vagabundo elegante que carga una bella bolsa de una tienda departamental. Tiene el olor y la sonrisa de un juglar. Pero no es excéntrico y no sabe seducir, esto apunta a un terrible desenlace. Camina a pasos ligeros. Lo peor: Yo no soy ninguna loba, ni él un cazador.*
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*Todos los textos, incluyendo el epígrafe, son de Marisol Jiménez Cruz y fueron tomados de su blog: http://soyelnumeroero.wordpress.com

23 jun 2014

Lados B - Manual de Buena fe (en Reva Ombligo)

(Instrucción de Los perdedores)
Aquí un cuento en la Revista Ombligo. El primer texto que me publican desde que se renovaron. Parece que los demás quedaron fuera del servidor, así que prácticamente es mi primera aportación.


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5 jun 2014

fragmentos...

Tengo miedo.
El mundo me asombra.
Conozco muy pocas cosas.
Estaba llorando con una duna entre los ojos
Deshojándose desierto adentro.
Aunque soy una hormiga,
A veces me duele ser tan poca cosa.
En azul terminaba el nombre de m
Y yo sólo aprendí a maldecir el agua.
Pensé en máquinas de letras
Como refugios para la bestia,
Pensé en humedad de liquen,
En selvas enanas, en pisos de moho,
En alfombras verdes. Desde este lugar,
Donde se ve el punto más rojo del horizonte,
Pensé en tu cuerpo de bosque
Y mis manos serpenteando la hojarasca;
Pensé en muros verdes y tu pubis
Repleto de hojas y las hojas llenas de hormiguitas
Y el corazón de las hormigas como un retoño de luz,
En capullos madurando,
En castañas sobre barro hirviente,
En el fuego que tañe sobre el bosque su tam-tam verde.
Estuve llorando con una luna entre los ojos
Incendiándose bosque adentro.

3 jun 2014

Hoy es tu cumpleaños

Quisiera regalarte los cuadros de Edward Hopper de más abajo.



Una tarde
sin agua
y los charcos de recuerdos


una mañana
tras la ventana
y tú bajo mi cuerpo


el anochecer
de los jardines
recargado en tus ojos


un teclado
dedos gimnastas
doblan el arcoiris


el calor de la noche
 tus muslos ahogados
de luciérnagas


carcajadas a gritos
calles anchas 
de lado a lado: el azul


mangos en tus senos, 
cerveza pura
del atardecer


metro
capullo de voces
en huertos típicos


años
calor blanco
que deja sordo

[vamos a jugar/como un rumor de flecha/a acariciarnos]


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2 jun 2014

Primera visual - "La luz": 6 Pinturas de Edward Hopper

("Técnica de Exposición" de Los perdedores)

"La luz": Seis pinturas de Edward Hoppe

Eleven a.m. - 1926
Summer in the city - 1949 
Nighthawks - 1942
Morning sun - 1952
 Morning in a city - 1944
Drug store - 1927

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1 jun 2014

Epígrafe - Diálogos del Lunazul

(epígrafe de Los perdedores)

—Ya no le alquilo a usted. Oí que perdió el trabajo por venderle drogas a los niños
—No, no, no fue así, mmmkey. Fue un mal entendido.
—Las drogas son narcóticos ilegales y como nunca las he usado puedo decir que no sirven para nada.
—Yo tampoco las he usado, se lo juro.
—Nunca las he usado y míreme: mire lo bien que estoy… Lárgate de mi propiedad antes de que pierda el control y te mate
—¡Oh!—desilusionado— Mmmkey
—¡Drogadicto!, ¡drogadicto!, ¡drogadicto!
Señor Mackey y su casero
(South Park 2x04)



Un largo epígrafe: Diálogos del Lunazul

Nunca te enamores de la muerte,
su lujuria de doncella,
su sevicia de perro,
su tacto de comadrona.

("McDonald’s"- Julián Herbert)


Sí, ¿y quién diseñó estas malditas sillas de cemento? Debió ser un estúpido servidor público que nunca tomó clases de diseño y desquita sus frustraciones con el trasero del público en general. De seguro ni siquiera...
¿Qué le sucede a ese sujeto? Es un pesado. Primero, hace calor; luego, hace frío; luego, las palomas caminan raro. No se calló un solo segundo. Digo: inténtalo, deja de quejarte. ¿Y sabes qué fue lo peor? No dejaba de rascarse...

(Malcolm el de en medio, 12x04)

a Parménides García Saldaña y Roberto Bolaño 


Lo que no me gustaba de él es que le encantaba contrariar a la gente.
—¡Ay sí! Era bien contreras, de todo la hacía de pedo, pero eso mismo me encantaba.
Sí, siempre defendía su postura con garra aunque fuera en contra de lo que pensaba.
Sí, y te hacía ver todos los lados de todo.
Claro; y era tan mujeriego... pero con su mente de niño grande.
Eso me molestaba mucho: era un berrinchudo y se quejaba de todo.
Sí es cierto, puras quejas todo el tiempo y no hacía nada.
Sí, nada, pero cómo me gustaba verlo con su cigarro.
Sí, las tardes como dunas celestes espolvoreando la ciudad, como él decía, y su bocanada.
Sí.

¿Recuerdas cuando le desmadró el automóvil a Agustín?
Sí, por una vieja, ¿no? Se la quería coger.
No, ya se la había cogido, pero mucho antes. Él le presentó al Agus.
¡Aaaah! Y, si era su amigo, ¿por qué la hacía de pedo? O... a lo mejor... pues... es que eso no se le hace a los amigos.
No, pero aguanta, él no se la quería coger, te digo, ya lo había hecho, sólo no soportaba que estuviera con otro. Hasta había pasado un tiempo y salía con otra.
—¡Ah!, pero era un hijo de puta, ¿no? Las quería todas para él. Siempre perdió por eso.
Pues sí, y a los hombres también. Era bicolor el güey. Pero a ella la molestaba con el celular toda la madrugada para decirle que la amaba, que no podía vivir sin ella, que Agustín y él eran amigos, pero que chingara su madre todo, que sus almas se encontrarían de alguna forma.
Chale, pues qué volado el vato, ¿de qué dices que murió?
Una bronquitis.

Pero ya sabes lo que dicen, mana, que una nomás no puede criticar ni a sus padres ni a sus maestros. Y, lo que sea de cada quien, ese niño era un maestro. La verdá, la verdá, la hacía de emoción como una de mujer, pero era un amor y con él aprendí mucho.
Sí te entiendo, amiga. También para mí fue un maestro. Me enseñó de todo.
¡Ay sí!, bien padre; pero más en las malas de la vida, hasta cuando no se le paraba.
Siempre te enseñaba algo, amiga, y leía rebonito. Cómo me gustaba su voz, aunque ya sabes también  eso otro que dicen: los verdaderos maestros no van a la escuela ni son los que hacen las revoluciones, ni dejan nada nuevo y, aunque todos quisieran quererlos, nadie los quiere.
Sí, mana, así merito era él. Nomás se pasaba los días tediosos como lunas celestes ¿o cómo decía?

Así que murió de una operación de hemorroides mal cuidada.
Eso dicen, pero uno ya ni cree. Así como era de panchero, le han de ver dado una putiza y lo han de ver botado por ahí.
Sí, además, así como están las cosas en su tierra, a lo mejor le dieron un levantón, amaneció colgado o lo destazaron los narcos.
O peor: lo apañaron los milicos o los cerdos y le dejaron caer toda la del plomo.
O está en el bote...
No, ese cabrón ya está muerto.

—¡Ay, sí! a mí me chocaba su voz. Gritaba y leía poesía como si estuviera vendiendo algo en el metro; además, siempre parecía que quería llamar la atención con su voz aguardentosa.
¿En serio, mujer? A mí, al contrario, me parecía que todos leían como si fueran vendedores en un tiempo en que él era el único vendedor real, que no intentaba machacarle la poesía en la cara a la gente.
¿Ah, no?
No, él sí les ofertaba un producto cotidiano pero se los daba hecho poesía.

Vamos a culear morras”, me dijo un día, “Mucho Estados Unidos pagado por mis papás y yo sólo quiero morirme de una pulmonía, aquí o donde sea”.
¿Pulmonía? Y parece que le atinó. Era chileno, ¿no?
No, cuál chileno, era de acá, guerrerense, de Acapulco.
No seas güey, era chilango o jarocho.
¿No de Orizaba? 
—¡Ash!, ya me confundieron.

¿Alguna vez miraste las aguas celestes como dunas espolvoreando la ciudad en una estampa de cielo gris?
Nunca

¿Por qué tu boca ya no sabe a hoteles de México, a rambla de Barcelona, a chicha peruana?
Nunca

¿Por qué tus ojos de princesa urbana yacen en esta Colonia Obrera, Belinda? Tu nombre como una soga en el cuello de la playera.
Nunca

No te adornes en silencios más nítidos que el cielo, no te adornes de prístinos mensajes de ultratumba, de masajes en lengua de cristal reventándose al contacto con tu cara, en carreteras incendiadas hacia Cuernavaca, no te adornes en las imponderables calles de la Ciudad de México.
Nunca

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25 may 2014

Introducción - Hacia mi vómito de lo que comí de lo que salió de la tierra que sembraron donde fue a dar la caca de todo lo que ingerí antes, o contra los editores (o no)

(Introducción a Los perdedores)

Una vez más me di un rol por editores y, como casi siempre, descubrí que, o bien todos son unos culeros, o lo que hago definitivamente –para ellos, no para mí– es una total mierda. Por supuesto que sé lo razonable que esto último suena, así que dejaré de hacerme chaquetas mentales y exprimiré –sin albur, no vomiten– la red y mis conocimientos basiquísimos en Word 2010 pirata para poner mis textos a rodar. Y he aquí que probablemente lleguen a este chingado texto por una cibercampaña en Facebook con una página que consiga “likes” por puro intercambio de clicks en una página tipo PTC, ¿O no le hacen así mis queridos editores con sus casas de cultura, invadiéndolo todo con campañas publicitarias? ¿Y no es así como me llegaron cientos y cientos de correos spam del Instituto de Cultura de Morelos por una vez que envié mis datos a concursar? (Institución desaparecida, por cierto, y suplida por otra que dejó de dar apoyo a escritores vía PECDA). He aquí que si eres el lector no. 02, si sólo hay un “me gusta”, no te agüites, te sabrás pionero en la revolución que, ya tras tu lectura, se agota. Porque no vayamos a ponernos a hacer manifiestos editoriales súperarchirevolucionarios de ésos que dices, ay, we; asústame, romántico, te declaras antiparanoico, hiperanarco, ciberprotestante musulmán judío zapoteca de extrema izquierda en tu blog, lo sabía, lo sabía: he aquí el cambio radical. Ahora sé que soy un mierda, ególatra y divertidísimo, arrevolucionario, con pose de quien hace algo y pura pielecita muerta por encima roza al aire. Descubrí que mis talones están desproporcionados y por eso soy un pésimo escritor. He descubierto semen que salía del ojo de una libélula, como numen enlatado de Paz y Pacheco y la gloria de ser uno de la UNAM. Desglosé mierda que, como dice el Kaki de Malviviendo, si se moldea, se puede hacer una figurilla. Así que no chinguen, maníacos súpermovidos de la tierra. Como decía Pessoa, el mundo no es para culeros como yo, aunque tengan razón. El mundo es de ustedes, mágicos cuyo nombre es inefable pero cuya boca no responde sobre los libros de colegas ¿no alegaban ser hipermodernos de 20 años, no éramos otro pedo? Qué tal un, “lo siento, carnal, no nos gustó”, como hablan en persona, pibes, ¡pardiez! “No quedó, wey, chido, ni pedo”. O con la formalidad que su seriedad de editores (jajaja) exige: “Lamentamos responderle que hemos examinado su… y no…”. Pero regularmente no responden. Y he aquí que el centro chocolatoso de esta calabaza ha brotado. Jode que te jode verde que te digan, maricamente, porque eso es ser marica, puto, a la Molotov: pusilánime (porque puto, puto, ése sí soy, ja, ja, ja) “creo que no gustó” y sólo porque ya llevas un año preguntando sobre el texto que ellos mismos, los colegas, sugirieron que enviaras. Lo bueno es que todos nacieron cagando una imprenta, el conocimiento avanzado de InDesign  y El Talento del mundo. Tengo amigos editores que aplauden textos y jamás les dan un espacio de edición. Y he aquí, una vez más, que estoy de quejumbres al borde del despilfarro de mentadas y putazos. Sólo me queda, a manera de prólogo, este otro de mis engendros ineditables, ingustables, inalabables como los RKHQFJBRFLKHDRFFVLKDFV de los amigos editores, con sus manifiestos y sus tremendísimas revoluciones estéticas y formales, su archinovedad bíblica. Enhorabuena, mi Juan Andrés Herrera, sin rocín, he aquí tu primer gran plagio, vomitado, online. Maestro José Coronel Urtecho –usted sabe que al maestro de maestros, por mamón, no se le menciona, pero es el argentino que todos conocemos–, Poesía todo, Nicaragua, poesía todo, todo, todo, y me despido con un porrín, que me encendieron los ratones sicarios, en este año de nuestro señor Peña 2000, de mil y novecientos veinticin-
co.













Todos los derechos reservados por mierdicola - 4,000, vivan los relatos del mundo y muera la literatura.

23 may 2014

XVI Premio Universitario de Poesía "Décima Muerte" 2013 - "Canción de Ananda"


Recientemente, entré a quirófano por segunda ocasión. En diversos sentidos, esto te da pa' abajo, pero también el hospital es uno de esos lares donde espabilas o espabilas. Tienes demasiado tiempo fuera de tu convención de uso habitual de éste (así caigas un solo día)..

     Salí con intención de acelerar ciertas lecturas, ya que, por salud, abandoné una vez más el semestre; con intenciones de escribir mucho sobre un poema que me ha dado revueltas en el cráneo; de fumarme un toque moderadamente -claro está-; y de reponerme porque necesito regresar a trabajar. Este aspecto, el económico, era el más urgente de cubrir. Sin embargo, a la semana de mi reposo, recibí varias llamadas de un número del D.F.. Personalmente, no quería saber más de La Ciudad, ni de CU por ahora. Aquél no era un teléfono de mis amigos; además, por estar yo en reposo, o en roaming mi teléfono, no alcancé a contestar o no entraron algunas de las llamadas más que como aviso. Por fin, un día contesté y era para informarme de que salí premiado en el Décimo Sexto Concurso Universitario de Poesía "Décima muerte". 

     Este premio se enmarca en los festejos de la Megaofrenda del Día de Muertos en CU y lo entrega la DGACU (Dirección General de Atención a la Comunidad Universitaria) de la UNAM, junto con el de Fotografía "Muerte Instantánea", de Cuento "Letras muertas", de Arte Postal "Post-Scriptum", de Crónica "Tiempo Muerto" y de Entrevista de Hijos a Padres "¿Cómo se pasa la muerte?". Aunque me emocioné demasiado, mi tendencia era no acudir a la premiación, tanto por la cirugía como por esa solemnidad en torno a la poesía, las premiaciones y las universidades, pero, en fin, el día 21 de Mayo viajé de nuevo a la Ciudad Universitaria con mucho cuidado y acompañado de mis padres. Como no informaban vía telefónica del lugar obtenido, por fin me enteré de mi primer lugar.

     No puedo más que decir ¡Muchas Gracias!: a quienes definitivamente no vienen a este blog a leerme, a los únicos 2 ó 3 que eventualmente entran, a mis compas y mi familia, que, a pesar de tener cosas que hacer, siempre me regalan un hueco para escucharme o leerme cuando les paso un impreso. Sobre todo, a los Tajo y la Revista Ombligo que han dado un espacio a mi obra y me la mentaron cuando fue necesario. El dinero cayó como anillo al dedo. En mi apatía, pensaba sólo en esto y me fastidiaba en cierta forma la idea de una premiación... pero salí más emocionado que nunca y entendí que eso es, más bien, lo que no olvidaré porque el premio, como sea, se irá en corto. ¡Salud!



http://www.tucomunidad.unam.mx/act_2014/premia_ofrenda_13.html

Canción de Ananda

Cómo me cantarías sino muerto
Gilberto Owen

a Alejandra Pizarnick, Gabriela Mistral y Concha Urquiza

Ananda juega con un cuchillo sobre la hamaca,
descansa como un puño de gas al filo del universo.
Lentamente flota en un oscuro inmemorial
como el lomo de los montes de mi pueblo
o el jugo que corre sobre las calles mexicanas
de Roberto Bolaño, nunca bien ponderadas.

Ananda bifurca su lengua y recorre
con las dos puntas su cara de arriba a
abajo, de abajo a un lado, de un lado
a la espalda. Ananda quiere bailar
como en los fotogramas de los treintas
a acuchillar el aire y rebanarle destellos
de luna a los ojos de algún mortal.

En el alféizar parece que cae la luna
como una película surrealista
y Ananda sabe que está perdiendo la cabeza
en la entrada del cielo donde llueven,
pedacito a pedacito, jugosos
retazos del Dios muerto,
manjares para vomitar las vueltas en la tierra.
No quisiera alterar su imagen,
pero debe cortar los cabellos
para que no coman el cerebro
negro como una bilis antigua.
Ananda se retuerce y vomita
sobre el suelo un polvo verde más ligero
que el aire, aspira fuerte y regresa a su hamaca.

Ananda juega con un cuchillo,
mira por la ventana, quiere bajar a la calle
pero tiembla al pensar en salir, se levanta,
cuchillo en mano, y ataca
el reflejo de cristal en la ventana abierta.
Punza al aire la muñeca dislocada.
Ananda, luz de papel envuelto en llamas,
humo de muertos, ir y venir de la ansiedad
por los brazos y las arterias,
¿dónde se esconde otra Ananda en tu cabeza?

Tum, tum, tum, un gong en off adentro.
Vamos a rechinar los cocteles químicos de tus orejas.
Muérdete las manos,
desdóblalas en tres, en cuatro;
yo te conjuro con la fuerza de los caballos asustados
y de las ráfagas celestes.

Ananda en una mueca mira al mundo como una fiera.
Gira, gira, el espejo adentro de su cabeza,
Ananda-puma
Ananda-piedra
Ananda-nunca
Ruido de toros furiosos sobre la arena,
soles como dunas violentas sobre Iguala.

Ananda en un cuchillo mira arder los muertos
de la mañana, del sueño tenebroso
de volver a abrir los ojos y juega
a no querer aceptar el frío en el pecho,
la quemazón del estómago a la garganta,
la mano desconocida que a media calle llama
y no, no es un sueño, es un asalto,
un mal recuerdo, una palabra que ha caído
atrás de ti y que alcanza a susurrarte
su última vibración, su mínimo rasgo,
tu glotis muerta, tu emperrada oclusión
que la ha dejado callarse como un beso en francés,redondo,
cual rebanada de cuchillo en mexicano,

                                       filoso hasta la punta.




J. Andrés Herrera

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