(Introducción a Los perdedores)
Una vez más me di un rol por
editores y, como casi siempre, descubrí que, o bien todos son unos culeros, o
lo que hago definitivamente –para ellos, no para mí– es una total mierda. Por
supuesto que sé lo razonable que esto último suena, así que dejaré de hacerme
chaquetas mentales y exprimiré –sin albur, no vomiten– la red y mis
conocimientos basiquísimos en Word 2010 pirata para poner mis textos a rodar. Y
he aquí que probablemente lleguen a este chingado texto por una cibercampaña en
Facebook con una página que consiga “likes” por puro intercambio de clicks en
una página tipo PTC, ¿O no le hacen así mis queridos editores con sus casas de
cultura, invadiéndolo todo con campañas publicitarias? ¿Y no es así como me
llegaron cientos y cientos de correos spam
del Instituto de Cultura de Morelos por una vez que envié mis datos a concursar?
(Institución desaparecida, por cierto, y suplida por otra que dejó de dar apoyo
a escritores vía PECDA). He aquí que si eres el lector no. 02, si sólo hay un
“me gusta”, no te agüites, te sabrás pionero en la revolución que, ya tras tu
lectura, se agota. Porque no vayamos a ponernos a hacer manifiestos editoriales
súperarchirevolucionarios de ésos que dices, ay, we; asústame, romántico,
te declaras antiparanoico, hiperanarco, ciberprotestante musulmán judío
zapoteca de extrema izquierda en tu blog, lo sabía, lo sabía: he aquí el cambio
radical. Ahora sé que soy un mierda, ególatra y divertidísimo, arrevolucionario,
con pose de quien hace algo y pura pielecita muerta por encima roza al aire. Descubrí
que mis talones están desproporcionados y por eso soy un pésimo escritor. He
descubierto semen que salía del ojo de una libélula, como numen enlatado de Paz
y Pacheco y la gloria de ser uno de la UNAM. Desglosé mierda que, como dice el
Kaki de Malviviendo, si se moldea, se puede hacer una figurilla. Así que no
chinguen, maníacos súpermovidos de la tierra. Como decía Pessoa, el mundo no es
para culeros como yo, aunque tengan razón. El mundo es de ustedes, mágicos cuyo
nombre es inefable pero cuya boca no responde sobre los libros de colegas ¿no
alegaban ser hipermodernos de 20 años, no éramos otro pedo? Qué tal un, “lo siento, carnal, no nos gustó”, como
hablan en persona, pibes, ¡pardiez! “No quedó, wey, chido, ni pedo”. O con la
formalidad que su seriedad de editores (jajaja) exige: “Lamentamos responderle
que hemos examinado su… y no…”. Pero regularmente no responden. Y he aquí que
el centro chocolatoso de esta calabaza ha brotado. Jode que te jode verde que te
digan, maricamente, porque eso es ser marica, puto, a la Molotov: pusilánime
(porque puto, puto, ése sí soy, ja, ja, ja) “creo que no gustó” y sólo porque
ya llevas un año preguntando sobre el texto que ellos mismos, los colegas, sugirieron
que enviaras. Lo bueno es que todos nacieron cagando una imprenta, el
conocimiento avanzado de InDesign y El Talento
del mundo. Tengo amigos editores que aplauden textos y jamás les dan un espacio
de edición. Y he aquí, una vez más, que estoy de quejumbres al borde del
despilfarro de mentadas y putazos. Sólo me queda, a manera de prólogo, este
otro de mis engendros ineditables, ingustables, inalabables como los
RKHQFJBRFLKHDRFFVLKDFV de los amigos editores, con sus manifiestos y sus
tremendísimas revoluciones estéticas y formales, su archinovedad bíblica. Enhorabuena,
mi Juan Andrés Herrera, sin rocín, he aquí tu primer gran plagio, vomitado,
online. Maestro José Coronel Urtecho –usted sabe que al maestro de maestros,
por mamón, no se le menciona, pero es el argentino que todos conocemos–, Poesía
todo, Nicaragua, poesía todo, todo, todo, y me despido con un porrín, que me
encendieron los ratones sicarios, en este año de nuestro señor Peña 2000, de
mil y novecientos veinticin-
co.
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- 4,000, vivan los relatos del mundo y muera la literatura.
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