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Así que guardamos de nuevo los
pinceles, los lápices y las hojas para intentar ganar el sustento diario con
nuestro arte. Aquello se volvió un ir y venir de ideas alocadas y de cuentos
que lentamente abandonaron la forma de la ficción y abonaron a nuestros días la
fricción de las burocracias, a la espera del pago, que ya para cuando llegaba
era una deuda.
“Los artistas también comen”,
dijo alguien; luego otro respondió que los escritores no son artistas. Y yo me
pregunto si esto, por encargo, refiere que los escritores no comen y por eso
sólo las pintoras como tú pueden dar con su luz el sustento que necesitan. Así
que trato de convertir tus colores en palabras.
Al acecho constante de
acreedores, descubrimos que no valía la pena dejarnos ningunear por los
procedimientos. ¡No había tiempo que perder! Teníamos que seguir pintando y
escribiendo, a sabiendas de que ninguna otra profesión podría darnos la luz
necesaria para ir saltando de día en día, tomados de la mano, hasta los
confines del tiempo.
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Tú traías tu propio soundtrack y un espectro de recuerdos
que cambiaban con las formas de tu tinta china. Era difícil descubrir tu disposición
entre las canciones de The National y Motorama, como si tu cuerpo fuera el
lienzo en el cual se basaron para componerlas y yo no conociera las reglas para
decodificarlas.
Ojalá vieras tu imagen difusa cuando
la música te llena el cuerpo y le niegas al mundo tu pintura. Enseñas la
pintura a otros, que es como decir: te das en cuerpo a otros. Esos seres
diminutos que pintan son también fruto de tu inventiva. ¡Pero ojo! Esa obra no
es ficción. Y el mundo donde cantas There's
a science to walking through windows es el mundo al que llegaste desde tu
imaginación, pero renovado y bendecido con tu arte.
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A veces me miras de forma
excepcional mientras leo y dices que de nuevo estás ante lo grande. Que tu piel
se enchina con mis sílabas y un escalofrío recorre tu médula con ideas indecibles.
Quieres creer que soy un gran
poeta, que tu nave dirige hacia extraños paisajes la locura y el sin sentido de
no tener nada especial ni urgente que hacer en el planeta.
Quiero creer que comes una bola
de nieve de vainilla sobre un brownie para recordarme que el día se acaba y no
he escrito ninguna línea.
Queremos creer que la poesía y la
pintura siempre pueden esperar porque, al cabo, a nadie le importa.
Pero tú eres la voz guía. La
mirada que me hace sentir que mi trabajo es necesario. Entonces escribo con una
urgencia paranoica, como si algo grave fuera a pasar si no escribiera, mientras
cantas algo de Cage The Elephant:
Come a little closer, then you'll see
Come on, come on, come on
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Entonces pienso, compañera pintora:
Si en verdad soy tan bueno, debería poder escribir aquí un
gran poema:
ANTES DEL ABISMO
Yo pienso, Karina, que podría ser el mago-poeta de Huidobro
Ese sobreviviente del lenguaje que cae,
Que vuela sobre corales y nubes
Y se pierde junto a las palabras en el sinsentido.
Yo digo que nací viejo, como Nietzsche,
Y le di mi párpado al movimiento en el equinoccio,
Bendije al aire con mis manecitas que escribirían para
ganarse el pan
Y quedé pegado al ritmo de los días como un barco a la
marea.
Nací, como Ovidio, Hölderlin e Ibsen, un 20 de marzo
En que llegaron las primaveras, los calores y mi cenit.
Caí en mi nadir de cilantro,
Husmeé entre las plantas de epazote
Y comí los frutos tropicales de mi tierra:
Nadie me dijo nunca que sería poeta,
Nadie, tampoco, se fijó en la cicatriz de ese niño que comía
mangos.
Lo invisible rondaba y nosotros, los adultos,
Que no conocemos el néctar alucinógeno de lo que no se ve,
No podemos ver el verdadero sentido en los titubeos infantiles.
Me habían lastimado como sólo la herida de aquel niño puede
saberlo.
Y como sólo un niño, soy un sobreviviente del abuso,
Del placer de la autocompasión y del calor que brinda el
derroche.
Desde aquí, antes del abismo, quiero brindar contigo,
Karina, porque tú lo descubriste.
Ahora puedo ser el hechicero azur de Huidobro
Y eres tú el cometa al que voy pegado
Como un retoño a la tierra.
II DESPUÉS DEL ABISMO
Pude encontrar mi camino gracias a las palabras de antiguos
amigos.
En mi juventud tuve aliados que pronto fue necesario dejar
atrás, Owen dixit.
El tiempo del más joven es menos perecedero que el del
viejo.
Y ahí figurabas tú. Eras ya entonces.
Alguien sin nombre ni manos podría recogerme del sillón
Donde esperaba asustado ante el vacío blanco de la noche
(Porque la noche tiene un blanco en la mirada que nadie ha
visto).
La noche degüella sueños a diario y nadie la juzga.
Es por eso que empecé a escribir poemas largos
Como una fórmula para encontrar el maldito meollo de la
noche
Y romper esa coraza lastimosa de las luces públicas para un
niño asustado.
Solté mi voz a la manera de Owen, Huerta y Villaurrutia,
Quienes me enseñaron que un canto de amor era también
Un himno a la muerte y un canto de guerra.
Los pasos, por entonces, parecían enormes
Y una sola palabra hacía que retumbara la tierra.
Pero los poetas, además de que también comemos,
Envejecemos como las piedras
Y guardamos nuestros cantos en núcleos difíciles de roer.
Así me preparé para mi largo invierno.
Fue una temporada calurosa en este lado del mundo,
Pero llena de aislamiento y comida a manos llenas
Para escribir encerrado en un pequeño cuarto de la casa
paterna
Oculto de la mirada blanca de la noche.
Un día en que perdiste el rastro de una línea en tu pincel,
La seguiste hasta dar conmigo:
“Hey, tú, poeta,
¿Puedes escribirme unas palabras para una pared blanca?
Quiero aniquilarla como mi tinta aniquila al lienzo
Y veo en tu pecho que puedes escribir cosas que me
enchinarían la piel
Y provocan un temblor por mi espina dorsal.”
Luego escribí textos sin estructura,
Donde carta, verso, ensayo y memoria,
No podían sino ser un poema.
Desde entonces, compañera pintora, hemos buscado muchas
formas
De matarnos uno al otro en plena tentación de ser felices.
Hemos saboreado la gloria de sobrevivir
Y hemos visto el fruto de nuestra obra darnos alimento.
Ya nadie podrá ponerle un alto a nuestros pinceles, lápices
y hojas.
Es necesario que pintes
Para que yo escriba
Y decirle juntos
Por siempre adiós
Al abismo blanco de la noche.
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