14 ene 2014

Mood indigo: El filme de la abundancia perdida (o el amor como un plomo a 30 milímetros del cráneo)

Filme del domingo, sobre alucines, rompederas de cráneo, roturas del amor; sobre cine y la vida, un par de textos, Mood índigo de Michel Gondry, y, por supuesto, Duke Ellington para que todo se vuelva excepcionalmente único:

Duke...

...

     Escuchaba yo un disco de El gran silencio mientras leía una tesis sobre la mentira de la “buena lectura”, sobre quiénes eligen cuáles lecturas son las malas, o establecen que el “pueblo no lee” porque no leen lo que ellos leen; sobre la presencia del poder en el filtro de lo que se lee, así como en la forma de leerlo, cerca del trance chúntaro, en la repetición de las águilas, en el símil de vuelo que hacemos a giros sobre la tierra con las manos extendidas al bailar esas canciones, cuando de pronto el viejo cubo, que pinté en la pared del cuarto en los tiempos en que era yo un joven grafitero de secundaria, comenzó a enturbiarse. 

     Es efecto de la mona, pensé, pero rápidamente pude darme cuenta de que no era cierto. Bajé el volumen a la grabadora. Empecé a escuchar zumbidos, ecos lejanos. El espacio sonoro tenía varios planos y en todos se oían lamentos en diversos tonos y lenguas; sin embargo, lo que más me asombraba era mi impertérrita presencia sobre nalgas en la cama. Observaba la pared y escuchaba todo esto con atención de estetoscopio, como rutina del médico de piso. Habrá ocurrido alrededor de las tres y media de la madrugada.

     Luego de un tiempo, quién sabe cuánto, me pareció tan desagradable el suceso para ser algo ajeno a mi realidad que decidí no darle importancia. ¿Esto debería ser impresionante? La vida es una pendejada. Encendí la computadora. Me dirigí a la pared, me asomé por la ventana y encontré en el alféizar una colilla sobre la cual la luna pintaba un fuego intenso. ¡Estas lunas rojas de octubre!, pensé. Encendí también la colilla de tabaco y me senté de nuevo en la cama. Busqué en línea otro disco de El gran silencio. Eran las 4:10, ahora lo recuerdo perfectamente, miré la fecha y la hora antes de dar click al reproductor. El viento en la ventana recordaba que el Otoño estaba de vuelta. Puse el cursor sobre la flecha horizontal que indica "play", en inglés, moví mi índice sobre el botón izquierdo del mouse y, en el momento en que la placa de plástico hizo “click” sobre el mecanismo rodante, sentí una mano que resbalaba desde mi hombro derecho hasta media espalda sobre la columna.

     Volteé rápidamente y, al volver de uno a otro lado la vista, el cubo había regresado a su proyección tridimensional sobre un plano blanco, pintado con aerosol hace unos años, cuando estaba en la secundaria. El disco comenzó a sonar. Era el mismo que había puesto en la grabadora, así que la apagué y dejé seguir la computadora. El aire entraba aún por la ventana y yo intentaba retomar mi lectura online. Esta sensación de repetición ha de ser culpa de la modernidad o la droga, pienso al intentar recordar eso tan maravilloso que, según yo, acaba de ocurrir.


L'Écume des jours / Mood Indigo -Michel Gondry (2013)


...

Paisaje en amate

Pero yo nada tengo: una voz, que no canta,
Y cien pesos que no gané en la bolsa,
Dos cigarros en la cajetilla y una charola
Para limpiar las hierbas antes de fumarlas;
Pero una astilla en el pecho dejará tu nombre
Como una estampa sobre el cristal ya para siempre grabado
Una noche, ya para siempre perdido
Por solo una noche en el silencio de las pedradas
Donde no hicimos nada, donde despido tu melena
Y tus ojos de cereza alada,
De antropóloga perdida en una luz de tristezas,
Y en nada conmigo como una aburrición de los días:
El apuf de resignación,
El ayum del desgaste,
El puaj de los vómitos,
El yaaaaaaaaaaaa de la locura.
Desde un tejabán, los hombres a lo lejos
Beben después de la jornada una cerveza.
Desde un tejabán,
Las infancias de agua en el pozo en Iguala,
O de pozo entre cerros de Infiernillo,
Paseos nocturnos de tacos en Cuernavaca,
Manchas de mis emociones
Desgastadas sobre tu pecho.
Pura basura,
Pura entraña reseca
Como cuajada para el queso en aquellos cielos salvajes
Donde he crecido con guayabos y árboles de níspero
Y tardes en que uno se halla entre la milpa un huitlacoche,
En que uno camina monte abajo
Y allá, un señor prepara el chicharrón bajo el sol morelense.
Aquí todo es llano, puro lugar de paso,
Sin historia, sin tradición,
Recua que ya no trabaja la tierra
Y pérdida del espacio sonoro
Donde los cacomixtles cantaban sus hallazgos de moras.
Ya no recorreremos mano a mano tantos pueblos
Como en las lejanas infancias
De cruzar bardas y salvar gusanos.
Ya no lloverá tu cuerpo la noche sobre Huautla,
No habrá valles en tinta sobre papel amate.
En este lugar no renuevan las aguas nada
Más que su repetición al paso de cempasúchiles.
Tierra muerta donde nadie canta,
Donde todo se queda sordo o lo invade la ceguera.
Ya no tronarán los soles en tu piel
Como el agua que a cántaros derraman tus muslos.
Este pueblo de nixtamal
Ya no secará sus hojas sobre mi cuerpo,
Que era el de aquella melena
Entreperdida en un océano de mentiritas.
Una fotografía que poco a poco
Se fue volviendo el único recuerdo.
Sigo escribiendo como si fueras
Una estación de agujas donde hilar destinos,
Una enredadera de fondo en un paisaje lunar,
Pero noscierto, mestoy volviendo más loco,
Como una mente en el vacío de Cuernavaca,
Que no entiende nada.
Un plomazo y la cabeza, como una cuerda, se tensa,
Sensación de ligereza y libertad.
Mi caída como una voz perdida en el espejo.
Pies de elefante que cedieron la jungla y la batalla,
¿Qué hilillo tomar, agua azul o agua salada?
O agua de paso en barranca muerta de La Cañada,
Rumbo a Tepoztlán;
Pero acá los bosques ya no crecen,
Pero acá el ave ya no responde.
Con cal en la boca, las vocales se desgastan
Y una vez más el recuerdo es un tirol
Que los ojos riegan sobre los helechos.
Hace cuánto, ya no recuerdo tus ojos,
No recuerdo tu pubis,
No recuerdo tu nombre,
Hace cuánto, ya sin palabras, te susurro
Versos de papel maché revueltos en mi quijada
Caídos del golpe de la furia del odio de la entraña
Y nada, nada abajo, nada arriba,
Tendencia a apuñalar en el aire la nada
Para hallar otro hueco que rellenar de tus palabras.
Ya no recuerdo tu voz.
En el aire de Enero, pasa en el humo un atardecer
Y yo sé que canta con tu tono unas palabras
Que florecen y se cierran en granada
Con el sol que se mete bajo el mundo tlahuica.
Tantas veces perdida en el recuerdo donde esperas,
Tantas veces en mi mente de baches y estampas
Olvidadas en el microbús, sobre el vidrio,
Como quemadura de cigarro en el sillón
De la casa vieja.

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